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Vicente Álvarez

EL FARO DE AQUALUNG

WISH YOU WERE HERE

Me acuerdo perfectamente de cuándo y dónde compré este disco (en los viejos almacenes Marny de la calle Regalado) y la cantidad de veces que lo escuché. Solo, en silencio, arrebujado bajo las sábanas, alucinando con los sonidos que escupía el viejo tocadiscos. La música de Pink Floyd resultaba mágica e inexplicable para un niño de 12 ó 13 años. Ha pasado el tiempo y las notas que adornan este disco me siguen resultando mágicas e inexplicables. “Wish you were here” es, tal vez, la obra maestra de Pink Floyd; un disco semiconceptual dedicado a Syd Barret, el miembro fundador del grupo que tuvo que abandonar la banda por problemas mentales. Cuenta la leyenda que Barret apareció en el estudio durante la grabación del disco. Estaba calvo y tan gordo que sus antiguos compañeros no le reconocieron…. “Shine on you crazy diamond”, la épica canción dedicada a Syd, se ha convertido en la más grandiosa composición de toda la historia del rock progresivo. Una auténtica sinfonía de 26 minutos que no pudo entrar en una cara del disco y que hubo que separar en dos partes, al principio y al final del álbum. “Una lenta 4×4 marcha fúnebre, un elogio musical para Syd”, en palabras de David Gilmour. La grandiosa suite se abre con una suave línea de teclado sobre la que planea un primoroso punteo a la guitarra. Los teclados de Richard Wright, omnipotentes, intimidantes, atmosféricos, dan idea de la exquisita y, a la vez, experimental forma de utilizar los sintetizadores en los años 70, aunque el protagonismo acaba recayendo en la portentosa, precisa y genial guitarra de David Gilmour, llena de efectos, ecos e increíble sentimiento. Poco después aparecen los textos y la voz de Roger Waters, con un poema profundo y triste que recuerda a Syd Barret cuando era joven, cuando brillaba como el sol, cuando quedó atrapado en el fuego cruzado de la niñez y el estrellato: “Ahora hay una mirada en tus ojos, como agujeros negros en el cielo. Sigue brillando, diamante loco”. “Wish you were here”, la preciosa balada que da título al disco surge tras un chisporroteo de interferencias en la radio. La delicada guitarra acústica y la sugerente voz de Gilmour nos regala una declaración de amor en toda regla. Los otros dos magníficos temas del disco, “Welcome to the machine” y “Have to a cigar”, que hablan sobre el éxito y los problemas con la industria discográfica (representados en el apretón de manos simbólico que adorna la portada), acaban por redondear una de las obras maestras del rock contemporáneo.

¿Qué quiero decir con todo esto? Pues eso, que ojalá estuvieras aquí.

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Sobre el autor

Escribe novelas y cosas así. Sus detractores dicen que los millones de libros que ha vendido se deben a su cara bonita y a su cuerpo escultural. Y no les falta razón. www.vicentealvarez.com


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