Publicado en El Norte de Castilla el 21 de mayo de 2020
Cuando el virus entra por la puerta, el amor salta por la ventana. Nos cierran las puertas pero nos escapamos por los balcones convirtiéndonos en voyeurs de un mundo postapocalíptico. Unos aplausos calurosos agradecidos. Unas nubes como balas. Un operario de la limpieza fumigando un contenedor. Tres mujeres escondidas tras las persianas. Un tendedero lleno de bragas blancas. Una anciana leyendo un libro en la ventana. Una piel a la que le cuesta respirar. Una mujer paseando como un zombi por el balcón de su casa. Dos canastas de baloncesto abandonadas. Un hombre acuclillado en el bordillo de la calle con las manos en la cabeza. Una lágrima que asoma por el enrejado de una ventana. Una niña bajando unas escaleras corriendo. Dos hombres hablando de balcón a balcón. El sueño de Peter Pan escondido tras las persianas. La nostalgia de un abrazo. Un saxofonista en el edificio de enfrente ensayando en su habitación. Una mujer cosiendo en el balcón. Un banco vacío bajo la sombra de un árbol. Un rayo rompiendo la noche entre los edificios. Un gato cruzando un paso de cebra. Las cigüeñas sobrevolando la ciudad dormida. Un perro mirando a través de la ventana. El filo de una navaja rasgando ojos temerosos. Una mujer con mascarilla llevando en brazos a su bebé. Un grito mudo tras la persiana. Un hombre bajo un paraguas leyendo El Norte de Castilla. Las frías cadenas de la eterna espera. Como Aute decía, nueve infiernos sin el Dante. Y como decía el sargento Esterhaus en “Canción triste de Hill Street”, tengan cuidado ahí fuera. A dos metros está el peligro. También la vida.
Fotografías: PHOTOESPAÑA “Desde mi balcón”.