El joven barón Sigognac, que vive miserablemente en un castillo en ruinas en Gascuña, se une a un grupo de comediantes para ir a París en su compañía. Muerto el actor que encarnaba a Matamoros, el barón lo sustituye con el nombre de Capitán Fracasse. El barón se enamora de la joven Isabel; pero el duque de Valleumbroso se encapricha de la muchacha y la manda raptar. Sigognac ayudado por algunos actores logra liberar a la chica, pero en la lucha el barón lesiona gravemente al duque. Creyendo que él lo había matado, se escapa y vuelve a su viejo castillo. Se presenta mientras tanto el padre del duque que reconoce en Isabel a la hija que le fuera raptada de niña. Sigognac, que ha descubierto entre tanto un tesoro, podrá unirse a Isabel y recobrar el rango que le corresponde.
Théophile Gautier publicó El Capitán Fracassa (Le Capitaine Fracasse) por entregas en la Revue Nationale et Etranger, y ya en formato de libro en 1863. Ambientada en la Francia de Luis XIII, sigue el espíritu de Los tres mosqueteros de su amigo Alejandro Dumas. Sin llegar a la genialidad del ciclo de los mosqueteros, El capitán Fracassa es un entretenidísimo libro de capa y espada repleto de intrigas, comediantes afables y bufonescos, bandoleros, duelos a espada, funciones teatrales y amores caballerescos, sin olvidar un golpe final de efecto muy folletinesco. Con su pluma hiperbólica llena de procelosas descripciones, Gautier nos ofrece un inolvidable paseo por un muy atractivo contexto histórico. Al parecer, el autor, escritor romántico por excelencia, había ideado un final más trágico, pero finalmente lo cambió por un final feliz, más del gusto del público. Lo más importante, en fin, es que uno se imagina perfectamente al barón Sigognac luchando junto a D’Artagnan en aquella Francia de Luis XIII y Ana de Austria.