No es la hermanita pequeña de Bruce Lee. Se trata de la mascota de la Biblioteca de Aldeamayor de San Martín. Y nos está invitando a leer. A veces uno se siente recompensado por tantas y tantas horas que le dedica a esto de la literatura. Ayer fue uno de esos días. Ofrecer una pequeña charla a gente enamorada de los libros, hablar con ellos, ver que has llegado a alguna persona, que tus historias han sido sus historias durante unos días. Sospecho que en eso consiste la magia de escribir novelas. Tal vez, después de lo vivido ayer con los amigos de Bahui, no tendría que haberles hablado de todo lo que he aprendido en estos años de dedicarme a esto de escribir novelas….
He aprendido que las cosas no son como son sino como las recordamos.
He aprendido que las cosas no son lo que semejan sino lo que el entendimiento apetece hacer de ellas.
He aprendido que la literatura no es un arte, ni un juego, sino un negocio y una gran mentira.
He aprendido que en este negocio muchos juegan con las cartas marcadas y que las cartas están marcadas desde el principio.
He aprendido que existen muchas preguntas y casi ninguna respuesta, y que el saber mucho de informática o de física nuclear no me sirve para saber por qué lloro por amor.
He aprendido que las calles están llenas de sirenas con el corazón roto.
He aprendido que el camino es largo y tortuoso, y que el kilómetro 94 es inalcanzable.
He aprendido que nunca hay una puerta sola; que hay espejos, laberintos y nieblas.
He aprendido que hay tormentos que no deberían de escribirse, que es un error hurgar en el pasado, pero también que el invierno es tremendamente largo sin recuerdos.