Es como una droga: necesito leer, al menos, un libro de Paco Taibo al año. Esta vez ha tocado “Sólo tu sombra fatal”, libro que me dedicó en la pasada Semana Negra justo antes de presentarme “El Necronomicón nazi”. Ya he hablado muchas veces de Paco Ignacio Taibo II, para mí el más grande escritor de la actualidad, el verdadero reinventor del género negro, uno de los autores más prolíficos y más respetados en medio mundo, aunque en España parece que todavía no se han enterado. En “Sólo tu sombra fatal” recopila relatos breves, cuentos y novelas cortas escritos en los treinta últimos años. Entre ellos, “El mundo en los ojos de un ciego”, la novela que me descubrió a Paco Taibo, una venganza-western con toques de magia donde conocí al gran José Daniel Fierro, alter ego de Taibo 2. El resto de historias vienen a ser un verdadero carnaval de irrealidades muy reales atravesadas por un humor negro marca de la casa, historias de imaginación desbordante en las que, por ejemplo, el sindicato de porteros de Nueva York roba el monolito de Tláloc; o las manos de un judicial que huelen a muerte, merced al embrujo de una trabajadora bancaria de Chihuahua; o la historia de un alucinante partido de fútbol jugado con la cabeza de un celador; o los conflictos del director de la CIA con los taxistas hindúes; o una historia de la resistencia mexicana, en un futuro de ciencia-ficción, encabezada por dos particulares superhéroes; o Philip K. Dick escribiendo en un México que no perdió la guerra del 47; o Marlowe trabajando como guardaespaldas de un rico heredero; o Dashiell Hammet persiguiendo la cabeza perdida de Pancho Villa…. Los ejemplos son infinitos y esplendorosos. Taibo explota y experimenta diversos recursos y formas literarias y nos regala un puñado de textos de escritura libre (entre ellos un interesantísimo proyecto de guión) atravesados todos ellos por una aguda crítica social. Dice Paco que el lenguaje desenfadado y directo que utiliza está en la calle, en el México D.F. cotidiano, una ciudad con los ecos del 68; su rito consiste, simplemente, en tomar el metro para ir al Zócalo. Allí se encuentra el corazón de las tinieblas conrradiano y las voces que surten sus novelas. Que Pancho Villa te bendiga, Taibo2.