Llevaba mucho tiempo intentando escribir algo sobre David Bowie pero resultaba difícil escoger un único trabajo entre una obra tan grandiosa y diversa. Este disco pirata, “Cold Station”, grabado en directo el año 2002, me vino a rescatar. Se trata de un concierto casi perfecto (para serlo, falta “This is not America”). ¿Qué se puede decir de un show que comienza con el sonido de un piano y la portentosa voz de Bowie cantando “Life on Mars?”, el tema por antonomasia de la melancolía intergaláctica? Inmediatamente después llega “Ashes to ashes”, el Bowie-Pierrot acompañado de jóvenes románticos que da una patada al pasado sin dejar de mirar al futuro, lanzándonos al espacio para reencontrarnos con el Major Tom, el protagonista de la inolvidable “Space Oddity”. Este Dorian Gray del rock, elegante e histriónico, el mayor depredador de la historia musical (siempre al acecho de nuevas tendencias para fagocitarlas y hacerlas suyas), ha conseguido ser respetado como ninguna otra rock-star. Su condición camaleónica (travestido en múltiples alter-egos: Ziggy Stardust, Aladin Sane, el Duque Blanco, Halloween Jack), su música etérea e inclasificable y su poderosa imagen de Príncipe de las Tinieblas han hecho el resto. Un concierto de Bowie es una representación teatral imposible de olvidar: en Manchester tuvimos intrigantes, histéricas y estimulantes versiones de temas ajenos (“I’ve been waiting you”, “Cactus”) y de temas propios (“Stay”, “Fame”, “Let’s dance”), un par de canciones que flirteaban con la electrónica (“I would be your slave”, “5.15 The angels have gone”), una pepita de oro breve, tensa, sublime (“Heathen”), temas a lo Hunky Dory (“Slip Away”, “Everyone says hi”), la desgarrada e hipnótica “Hello Spaceboy”, una patada en los huevos a la invasión homogeneizada de la cultura en “I’m afraid of Americans”, joyas inolvidables como “Starman”, “Heroes” o “Changes”, los dos versos más sensuales de la historia (“China Girl”), riffs extraterrestres, canciones malévolas y decadentes, voces asesinas y un final de fiesta en el que nos encontramos a David Bowie con los brazos abiertos, en plan diva de ópera, y con todo el mundo coreando el épico “Ziggy Stardust”. ¿Alguien puede ofrecer más?