Publicado en El Norte de Castilla el 21 de diciembre de 2024

“Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra que me llevare el blanco día”, así comienza un famoso soneto de Francisco de Quevedo, el más hermoso de toda la poesía española según Dámaso Alonso. Un soneto que pone musical y glorioso final con aquello de “su cuerpo dejará, no su cuidado; serán ceniza mas tendrá sentido; polvo serán, mas polvo enamorado”. Quevedo escribió en palabras de Umbral el más vivo y emocionante español de por siempre jamás amén. Un español barroco porque Quevedo sabía que la verdad estaba en el exceso. En el exceso de ideas y en la calentura de imágenes como una manera de “subrayar la vida con más vida, el aire con más luz, la noche con más miedo, la rosa con más fuego y la hembra con más pecado”. Me he acordado del genio del Buscón cuando he visto que su nombre era trending topic y he pensado que por fin en las cloacas de Elon Musk se hablaba de algo interesante. Mi gozo en un pozo. Por lo visto el tal Quevedo es una estrella de la música española que no hace mucho alcanzó el número uno de Spotify Global y que en menos de un día superó los diez millones de visitas. Ahora saca nuevo disco y uno que tiene alma de masoquista le ha echado un vistazo. El disco se titula “Buenas noches” y me lo imagino como una versión trap y reguetonera del “Buenas noches señora” de Bertín Osborne. De la música no voy a opinar porque yo me quedé en Jethro Tull y en Pink Floyd, así que no voy a decir que he estado a punto de arrancarme los tímpanos con una motosierra. Pero dado que el susodicho Quevedo es, por lo visto, uno de los artistas más seguidos por los jóvenes, sí parece necesario y conveniente hablar de las letras de sus canciones. Antes de nada hay que advertir que todos los temas giran en torno a lo mismo: perreo, infidelidad y chingar, mucho chingar. Quevedo parece obsesionado con la palabra y la utiliza en todas sus formas verbales, las conocidas y las menos conocidas. “No me fío, ya no chingo, sólo me lo maman”, canta en un despliegue de lírica pocas veces visto. El chico por lo menos avisa: “Adicto a donde no te da el sol, pa’ chingar no tengo autocontrol”. También confiesa que pone Netflix pa’ disimular porque “después chingamos y te quedas a dormir”. Parece obsesionado asimismo con los padres de sus ligues. Ahí van dos pareados sin desperdicio: “A tu viejo le falto el respeto cada vez que te lo meto” y “si se entera de todas las veces que te chingo, por semana son mínimo cinco”. Se nota que hay nivel. Además, advierte a la moza de por dónde van a ir los tiros porque cuando se duerman sus papis “voy a entrar por atrás y una vez dentro te voy a entrar por atrás”. Muy sutil. Y en caso de no estar los papis el plan consiste en meterse en la Ford Transit y ahí darle duro, duro, duro, duro, duro, duro, duro, y así hasta 34 veces en cada estribillo (una forma como cualquier otra de rellenar la canción y olvidarse de buscar rimas). Aunque nuestro Quevedo no rima nada mal, todo hay que decirlo: “Yo me le arrodillo, a ese toto le saco brillo” o “Ese culo está grande, eso no es humano, pa’ agarrarlo bien tengo que usar las dos manos”. El tipo va de machito rompedor y se disculpa por ello: “Todos los hombres somos iguales, sólo queremos montar en un McLaren, dinero, mujeres y abdominales”. Y va, claro, de malote, porque toda mujer necesita un bad boy: “y eso que yo no soy malo, pero tengo un palo que si abres la boca te va a dejar un regalo”. Enternecedor. Para rematar la faena nos habla en una de sus canciones de una chica que le gustaba y no le hacía caso hasta ahora que se ha hecho famoso “y quizá hoy por fin será el día en que entre en ese agujero”. ¿Hay algo más zafio, asqueroso y vejatorio que referirse a las mujeres como un agujero donde meterse? ¿Y esto es lo que cantan los jóvenes? Está claro que nadie pide el nivel de Cohen, Dylan o Aute. Mucho menos el de Quevedo (el bueno). Pero sí que se agradecería que se escribieran letras que no resultasen repugnantes y ofensivas. Y las de este cantante de Auto-Tune harían vomitar a una cabra.