“La Dame Pâle” es una nouvelle escrita por Alejandro Dumas en 1849 y forma parte de una recopilación de cuentos de terror titulada “Los mil y un Fantasmas”. En España se ha traducido como “La dama pálida”, pero también como “La bella vampirizada” y “El vampiro de los Cárpatos”. Fiel a la costumbre de leer al año un libro en francés, en esta ocasión el elegido es, bien sûr, “La Dame Pâle”.
La joven Hedwige huye, durante la guerra entre Polonia y Rusia y tras la muerte de sus hermanos, al monasterio de Sabastru, donde su madre, ya fallecida, también se refugió en su día para escapar de la guerra. Tras un viaje a través de la oscuridad hacia el monasterio, su comitiva es asaltada por bandidos, pero ella es salvada y llevada al castillo de los Brankovan, donde la bella cautiva será objeto del amor y los celos de dos hermanos que se la disputarán con crueles consecuencias para todos.
¿Qué decir de esta pequeña obra maestra del gran Dumas?
Que hay amor, hay celos, hay miedo, hay turbación, hay desasosiego.
Que es una historia extraña, entre fantástica y sobrenatural, un cuento gótico con castillos, misterios y vampirismo.
Que nos regala escenarios oscuros y lúgubres en el corazón de los montes Cárpatos donde se respira la melancolía irresistible tan típica de las novelas del Romanticismo.
También un ambiente inquietante con las frías noches de la Europa del Este del siglo XVIII y sus conventos y santuarios.
Y, por supuesto, una gran historia de vampiros, con su castillo, con su monasterio, con una bellísima mujer y la lucha de dos hermanos por conquistar su corazón.
Tenemos tenebrosos y góticos pasajes en los que el horror se eleva a su máxima expresión.
Tenemos una ambientación en la que lo sobrenatural vuela de principio a fin en la más pura tradición de la novela romántica.
Tenemos una intensa y poderosa trama que nos conduce con sorprendente habilidad hasta el corazón palpitante del terror.
Y, claro, una muy bien trabajada atmósfera vampírica creada alrededor de la historia que nos transporta mágicamente al castillo de los Brancovan.
En fin, una pepita de oro (una más) del gran Alejandro Dumas.
“Je n’ai gardé de cet événement que cette pâleur mortelle qui accompagne jusqu’au tombeau toute créature qui a subi le baiser d’un vampire” (De aquel suceso solo conservo la palidez mortal que acompaña hasta la tumba a todo ser humano que ha sufrido el beso de un vampiro).