”Porque hay que tener en cuenta que, a la sazón, yo no sabía absolutamente nada, como es natural, de Milo Payne, el misterioso inglés de habla típicamente londinense, que llevaba la gorra a cuadros, de larga visera, que popularizara Sherlock Holmes; ni sabía del “Maletín Barr”, tan parecido al mío como una salchicha vienesa de Milwaukee a otra; ni de Legga, la Araña Humana, con sus cuatro piernas y seis brazos; ni del ex presidiario Ichabod Chang, hijo de Dong Chang; ni de la fugaz poetisa Abigail Sprigge; ni del Gran Simón, con sus 2.163 botones de perlas; ni de… En resumidas cuentas, yo entonces no sabía nada de nada, ni de nadie que estuviera relacionado con el asunto del cual yo había ahora llegado a formar parte, a no ser que fuera, por casualidad, mi Némesis, Sophie Kratzenschneiderwümpel…, ¡o Sophie la Pleitista!”
Cuarta página de la novela y Harry Stephen Keeler ya nos ha volado la cabeza…
El delirante argumento de “El enigma del cráneo viajero” se centra en la figura de Clay Calthorpe que, por una casualidad increíble, obtiene una misteriosa calavera que conserva en su interior una bala y pedazos rotos de un poema escrito por una mujer que no existe. La calavera es robada luego por un chino que cita la Biblia, y cuando Clay le explica la situación a su jefe y futuro suegro, este se desmaya y cancela el matrimonio entre Clay y su hija. Pero esto no es más que la trama principal, ya que la historia está llena de mcguffins, tramas y subtramas varias, sin importar si llevan a algún sitio o no. De hecho, todo se complica página a página con un asesinato, el amor de una pareja que peligra, identidades equivocadas, un magnate de la confitería con un crimen en su pasado, poesías escritas por poetas desconocidas, elaboradas disquisiciones sobre la trepanación, miniconferencias sobre cómo lograr la máxima convexidad en los bolsos de diseño, extraños misioneros, una mujer que busca maridos por todo el mundo, conserjes que ganan campeonatos de rompecabezas y una loca visita a un cementerio expresamente destinado a monstruos de circo como Legga, la Araña Humana, una mujer con cuatro piernas y seis brazos. ¿Es o no es una locura? Harry Stephen Keeler en su máxima expresión. Es decir, originalidad sin parangón, giros inesperados agradablemente chiflados e impredecibles, apasionados comentarios al margen, fruslerías amontonadas, personajes extrañísimos, casualidades imposibles, impactantes revelaciones de la trama seguidas de explicaciones sorprendentemente complejas.
Una novela genial, adictiva, repleta de situaciones extravagantes que se van hilvanando de la forma en la que sólo Harry Stephen Keeler sabía hacerlo. La habilidad del autor para crear expectativas, invertirlas y luego darles vueltas una y otra vez (y otra vez más) es digna de elogio. Un viaje excéntrico como pocos, una auténtica montaña rusa, un avión acrobático que te promete un viaje inolvidable. La certeza de que la vida puede ser más novelesca que las propias novelas. El mismo autor así lo confirma burlándose de paso un poco de todos: “Si he de decirle la verdad…lo que yo realmente quería demostrarle a usted lo fácil que es idear un argumento dramático…, y probarle lo falsos que son esos malvados novelistas para que no vuelva usted a pagar dos dólares por una novela de misterio”. Ni caso. Por leer a HSK pagaremos lo que haga falta. Keeler es adictivo. El escritor más absurdo, enrevesado y terrible de novelas policíacas pulp que el mundo haya visto jamás. Hay que leerlo para creerlo.