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Vicente Álvarez

EL FARO DE AQUALUNG

EL VIENTO

Publicado en El Norte de Castilla el 8 de noviembre de 2025

Otra Seminci que se nos va. Los labios rojos (los labios buenos, los de Manolo Sierra) se alejan definitivamente y se despiden hasta el año que viene. Nos quedamos solos, desamparados, expuestos al invierno que se acerca y al viento que lo destruye todo a su paso. Lo del viento no es una metáfora cualquiera. El viento es el dios que lo domina todo, una lección que hemos aprendido en una Seminci que cumplía este año 70 ediciones. El plato fuerte ha vuelto a ser la proyección especial de un clásico acompañado por la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. El elegido ha sido “El viento”, una de las indiscutibles obras maestras del cine mudo, una joya maravillosa que ha brillado con luz propia en el Auditorio Miguel Delibes. Ya desde el primer momento, desde la primera escena en el tren, la obra maestra de Victor Sjöstrom consiguió que la arena del desierto se metiera en nuestros ojos, que mordiéramos polvo, que nos angustiáramos de una forma extraña, todo ello al ritmo impuesto por una música compuesta para orquesta de cuerda y percusión que, de alguna forma milagrosa, conseguía meternos la arena en los oídos. El tren luchando contra el viento, la locura que comienza a insinuarse y los inmensos ojos de la portentosa Lilian Gish. La mítica actriz interpreta en “El viento” a Letty, una cándida muchacha de Virginia que se traslada a vivir con su primo a una inhóspita región del Oeste conocida como la tierra de los vientos. Su presencia provoca los celos en la mujer de su primo y, tras ser cortejada por un hombre embaucador y mujeriego, acaba casándose con otro al que no ama. Detrás de todo ello, el viento. Siempre el viento. El viento hoy, ayer, mañana, siempre. A Letty la avisan nada más llegar: “el viento aúlla y vuelve loco a todo el mundo, en especial a las mujeres”. Una leyenda india viene a remarcar el tono espectral del relato. Según los indios, el viento del Norte es el fantasma de una bestia blanca y salvaje que da coces entre las nubes, y cuando ese caballo desbocado empieza a galopar todos los vientos se confabulan y los caballos salvajes corren como si el diablo los persiguiese. A pesar de que la película es muda, podemos sentir el golpe del viento contra las ventanas. Ayuda, y mucho, la espléndida partitura de Carl Davis compuesta específicamente para esta película con los violines desquiciados y el galopar incansable de unas contundentes percusiones. Todo, de repente, es viento. El viento como metáfora de los obstáculos que nos depara la vida. El viento como representación del mismo pueblo que acoge de manera violenta a Letty. El viento que no es otra cosa que el destino, una fuerza superior y sobrenatural a la que nadie escapa. El viento como proyección del conflicto interno de los personajes. El viento envuelto en un manto de poesía. El viento protagonizando una bella fábula oscura y melancólica, un drama sombrío y trágico. “Jamás lo pasé peor en un rodaje”, comentó en su día Lilian Gish. Un calor sofocante que no bajó nunca de 40 grados, un sol implacable y ocho hélices de avión creando vientos huracanados y lanzando toneladas de arena contra los actores. Por si fuera poco, la inolvidable actriz quedó desencantada con el final feliz que los productores obligaron rodar al director, pues no aceptaron aquel en el que Letty enloquece al ver cómo el viento desentierra el cadáver del hombre que ha asesinado y, definitivamente vencida por el viento, se adentra en el desierto para morir. A pesar de ello, el film ha pasado a la historia como una de las obras cumbres del cine mudo y del cine en general. No me olvido, por supuesto, del homenaje que esta edición de la Seminci ha dedicado a uno los acontecimientos más importantes de la historia y que tuvo como protagonista a nuestra ciudad. Se cumplen 475 años de “la controversia de Valladolid”, un debate que cambió el curso de la humanidad considerado pionero en la historia de los derechos humanos. Tampoco me olvido, en fin, de la niña Hind Rajab, la niña de seis años atrapada en un coche bombardeado por el ejército israelí, cuya terrible historia conmocionó en la Seminci y nos volvió a poner ante el espejo de nuestra ignominia.

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seminci

Sobre el autor

Escribe novelas y cosas así. Sus detractores dicen que los millones de libros que ha vendido se deben a su cara bonita y a su cuerpo escultural. Y no les falta razón. www.vicentealvarez.com


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