Volvemos de las vacaciones al cole para jugar con las palabras y retornar a la columna en llamas. Lo hacemos, eso sí, con una cosa a nuestro favor: la literatura. Las metáforas nos resguardan de las mentiras. En eso tenemos ventaja respecto a los políticos. Además, una metáfora puede desenmascarar una mentira. Últimamente estamos asistiendo a una desasosegante utilización bastarda del lenguaje. Y llega desde distintos frentes. Es una forma de hacer malabarismos con las palabras para despistar al destinatario del mensaje. Se piensan, en el fondo, que somos tontos. Acabo de escuchar en la radio al alcalde decir que él no cobra los trienios, que los cobra el funcionario León de la Riva. Nos anestesian con discursos que poco a poco van degradándose, utilizando el lenguaje para ocultar o camuflar la realidad. Lo visten de eufemismos, de mentiras y de lo que ellos mismos han denominado lenguaje políticamente correcto. Los nacionalismos saben mucho de este empleo de un idioma tramposo y de hacer que las palabras signifiquen lo que ellos quieren que signifiquen. Ya no nos hablan de terrorismo sino de ‘conflicto vasco’ y ETA, como mucho, es un ‘grupo separatista’. El ejemplo perfecto es la pregunta-trampa formulada en el famoso referéndum de Euskadi perpetrado por el ‘lehendakari’ Ibarretxe, a quien Mª Teresa Campos llamaría el ‘legendario Cari’ Ibarretxe. Por supuesto, los falsos artificios no se circunscriben únicamente al ámbito político y los giros hiperbólicos y los eufemismos van contaminando el lenguaje con la precisión de un reloj suizo. Los asesinatos conyugales son ahora ‘violencia de género’. A los asesinatos selectivos los llaman ataques preventivos (eufemismo indecente que intenta ocultarnos la verdadera realidad de la guerra). A la crisis galopante la hemos conocido como ‘desaceleración económica’ y, en los últimos días, como «consecuencias derivadas del empeoramiento de la situación económica dentro y fuera de España». Nos encierran dentro de una fábrica de mentiras y nos aplican un lenguaje-anestesia con el que quieren manipular la realidad y ocultar la verdad. Incluso intentan manosear y pervertir de tal forma el lenguaje que ven pecado y mala intención donde muchas veces no la hay. Hace ya tiempo la Cartoon Network tuvo que censurar varios capítulos de ‘Bugs Bunny’ en los que el conejo cachondo llamaba tonto a un esquimal. Los torquemadas de la corrección política comenzaban su andadura triunfal. Ahora los negros son afroamericanos; los mendigos, ‘sin techo’; los sordos, ‘deficientes auditivos’; los ilegales, ‘sin papeles’. Ya no existe el divorcio sino el ‘cese temporal de la convivencia’ y los asesinos son siempre ‘presuntos asesinos’ aunque 400 personas hayan presenciado el crimen y el propio asesino haya confesado. La privatización salvaje que a algunos tanto les pone la enmascaran de ‘externalización de servicios’. Los amantes de lo políticamente correcto hablan de ‘ciudadanos y ciudadanas’. Algunos, de miembros y ‘miembras’. Pérez-Reverte habla de gilipollas y ‘gilipollos’. Es la fiesta de la demagogia que la mayoría de las veces sirve para confundir y manipular. Aunque no somos tan ‘gilipollos’ como para no saber lo que son los trienios.