Acaba de salir a la calle “Vida y Muerte de Mamá Pura”, el número 40 de la colección Obras de Juan Ramón Jiménez, dirigida por Javier Blasco y Francisco Silvera, coordinada por Antonio Piedra, y editada por Visor Libros. Cada una de las obras va prologada por poetas de la talla de Ángel González, Luis Antonio de Villena, Felipe Benítez Reyes, Antonio Colinas, Luis García Montero o Benjamín Prado. Para la “Vida y Muerte de Mamá Pura” me han reservado el honor de escribir el prólogo. Lo he titulado “La aritmética de la belleza”, y en él me limito a hacer un viaje por el mundo juanramoniano con una especial parada en “Espacio”, un canto desgarrador de inexplicable belleza, una orgía de metáforas e imágenes sin parangón en toda la historia de la literatura, la mejor y más grandiosa biografía del poeta jamás escrita. “Espacio” es la oración de mi vida, mi gramática particular, una verdadera epifanía de los sentidos. Es poesía esencializada, improvisación en fuga y un fastuoso monólogo interior. Es el poema más hermoso, hipnótico, revolucionario, sorprendente, desgarrador, influyente, nostálgico, visual, luminoso, profético, excesivo, melancólico, bello e inolvidable que jamás he leído. “La aritmética de la belleza” es el recuerdo, en fin, de un Juan Ramón Jiménez empeñado en construirse una isla artificial, en masturbarse en poesía, en hacerse su propio dios, en levantar un paraíso propio desde donde ser feliz, en ahogarse en un océano azulazulazul, en un marverdeuva donde las olas se inmensan sin apenas darte cuenta, en un mar de poemas memorable. Enlutecerse de negror, visitar al psiquiatra (como hacen los pájaros) y emplear toda su felicidad en estar triste. Y, sobre todas las cosas, refugiarse en Mamá Pura. El recuerdo de la madre levantando el visillo. La madre (madre de abuelas de abuelas, madre sonriente y eterna) bordeada de colores transparentes. Recuerdos. Recuerdos. Recuerdos. Pensamientos de hierro, imantados con ciertos recuerdos. Paseos lentos por el muelle de la vida. El poeta con la pistola de los remordimientos en la mano. En especial, cuando aborda la enfermedad y la vejez de Mamá Pura. Todo eso y mucho más es Juan Ramón Jiménez aunque, desde que leí este libro, para mí ya sólo es el hijo de Mamá Pura.