Antes iban de profetas
Y ahora el éxito es su meta;
Mercaderes, traficantes,
Más que náusea dan tristeza,
No rozaron ni un instante
LA BELLEZA
Anoche nos visitó otra vez Aute. Empezó a lo Houdini, desaparecido del escenario con “Invisible” y terminó cantando a capella “Al alba” y dejando a todo el mundo con la boca abierta y el corazoncito reseteado tras casi tres horas de concierto empapado en Belleza. Le dio tiempo a prevenirnos del batallón de buitres que vigila el mar, de los murciélagos sin alas y de los lobos que hacen guardia en la madrugada acosados por un hambre de fusiles. También nos recordó que nuestra única esperanza consiste en ir al encuentro de las luciérnagas que iluminan el sueño de Peter Pan, en buscar un giraluna que desvele cada noche la otra cara de la luna y en esperar la lluvia para mojarnos como se mojan los besos.
Hace tiempo que sostengo que Aute es el músico más grande de este país, alguien capaz de fundir sangre y fuego en un latido, de perfumar con flores del mal la carne de la soledad y continuar en la trinchera con un beso por fusil. Desgraciadamente, la mayoría de su público se quedó en el andén de sus primeros himnos, de “Las cuatro y diez”, “Al alba” y “De alguna manera”. Sin embargo, Aute no ha dejado de parir algunos de los temas más hermosos de la música contemporánea y algunos de los discos más revolucionarios jamás editados en este país, como la misa erótica de “Templo”, el experimental “Animaluno” (un disco-libro lleno de poemigas y boligrafías) o el imprescindible disco doble AIRE/invisible, mitad en castellano-mitad en inglés. Un buen trocito de ese hermosísimo Evangelio en llamas nos lo regaló anoche Aute. François Truffaut y Mick Jagger, entre otros, andaban por allí.
Reivindico el espejismo
De intentar ser uno mismo,
Ese viaje hacia la nada
Que consiste en la certeza
De encontrar en tu mirada
LA BELLEZA