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Vicente Álvarez

EL FARO DE AQUALUNG

MI PUCELA

Publicado en El Norte de Castilla el 11 de junio de 2009

Llevaba varias semanas el teclado de mi ordenador tragándose palabras y deseando manifestar lo que pensaba su pequeño microprocesador blanquivioleta. Deseaba desenmascarar la mentira repetida hasta el infinito que había acabado por convertirse en dogma de fe, ésa de que el Pucela se merecía bajar por no haber conseguido ganar ninguno de sus últimos encuentros. Se habían olvidado de repente de la espléndida temporada que llevaba el equipo. Que cuatro de esos encuentros correspondían a los famosos Alpes, que otros cuatro partidos no se habían perdido y que los árbitros impidieron que el equipo puntuase frente al Racing y frente al Sporting. La hazaña del Villamarín había acabado vistiéndose con tristes ropajes de epílogo final para una temporada calamitosa. Podríamos quizá recordar a toda esa gente que no ha parado de alzar la voz cuando las cosas venían torcidas que el equipo no ha podido repetir la defensa en toda la temporada, que el portero titular sufrió una grave lesión, que tenemos el cuarto presupuesto más bajo, que no hay ningún apoyo social ni mediático. Iba a dar lo mismo. Tengo la convicción de que los que más critican sólo ven al Pucela por la tele, se apuntan a la Plaza Mayor para las celebraciones y jalean los goles del Madrid o del Barça. Un hondo negativismo se ha respirado durante toda la temporada y un batallón de agoreros no han dejado de dar palos a diestro y siniestro. Es cierto, eso sí, que hubo una cierta relajación en tres partidos (Mallorca, Osasuna y Numancia) pero eso no puede hacernos olvidar todo lo que ocurrió alrededor del partido del Sporting: una trampa maquiavélica avivada por un quijotismo estúpido que acabó dando la razón a los de fuera y echando mierda en el tejado propio. Un presidente de las peñas remando a contracorriente, unos periodistas locales sin salir a defender a nivel nacional al Valladolid y a su ciudad tras la imagen que se estaba dejando de ella, una bastarda recepción oficial en un ayuntamiento vecino a las peñas rivales y unos socios revendiendo sus abonos y las entradas de 5 euros a hinchas contrarios.

Nos salva, eso sí, que tenemos la mejor afición del mundo: los ocho mil de siempre, los que bajan con el equipo a Segunda, los que colapsan la web con tres millones de gritos de apoyo cibernético, los que llenan con papeles de ánimo el último entrenamiento. Entre esos ocho mil no están, desde luego, los que no han dejado de amenazar con no renovar su abono. Yo, mientras tenga trabajo, lo haré siempre, independientemente del lugar donde viva o de la categoría en la que esté mi Pucela. Y, ¿saben por qué? Porque parte de mi vida está unida a miles de recuerdos blanquivioletas, porque conocí los cuadrangulares de medianoche, porque, con diez años, salté al campo del viejo Zorrilla para pedir un autógrafo a Amarillo, porque he visto al loco Fenoy, a Yáñez, a Da Silva y a Gilberto. Porque en mi memoria está el 3-8 de Oviedo, y las faltas de Aravena, y las rabonas de Edu, y la final de la Copa de la Liga, y el marcador simultaneo Dardo, y Cardeñosa acariciando el balón, y Landáburu metiendo goles olímpicos. Porque mi Pucela es el mejor equipo del mundo y porque desde hace mucho tiempo yo sólo profeso la religión del Real Valladolid.

Sobre el autor

Escribe novelas y cosas así. Sus detractores dicen que los millones de libros que ha vendido se deben a su cara bonita y a su cuerpo escultural. Y no les falta razón. www.vicentealvarez.com


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