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Vicente Álvarez

EL FARO DE AQUALUNG

MUERTE DE UN CICLISTA

Publicado en El Norte de Castilla el 15 de octubre de 2009

Hace años escribí que al martirologio del ciclismo moderno, tras las desdichadas desapariciones del Chava Jiménez y de Pantani, sólo le faltaba una muerte. Todos los que estaban metidos en el mundillo sabían quién iba a ser el siguiente. En efecto, el gran Frank Vandenbroucke murió el pasado lunes en Senegal víctima de una embolia a la edad de 34 años. Tal vez muchos desconozcan su nombre y, sin embargo, ha sido el ciclista más espectacular, portentoso, genial y desequilibrante de los últimos 25 años. También el más problemático, frágil, inmaduro y desequilibrado. Por eso su palmarés es raquítico para lo que podía haber sido. «Ganaré un Tour», dijo con 20 años. Podía haber ganado lo que hubiese querido pero su loca cabeza y un maldito entorno tiró todo por la borda. El mundo estaba a sus pies. Era Dios, aunque las memorias que publicó no hace mucho se titularan, precisamente, ‘No soy Dios’. Sin embargo, en Bélgica, país donde el ciclismo es casi una religión, sabían que VDB era el Mesías prometido.
Todo sucedió de una forma muy distinta y las primeras y espectaculares victorias dieron paso a un carrusel de escándalos. Un compañero de equipo comenzó a pasarle fármacos y pronto «las pastillas se convirtieron en una rutina». El ángel en el que todos veían al nuevo Eddy Merckx se transformó en un yonqui de las anfetaminas, los somníferos y el valium. Por entonces conoció al siniestro doctor Mabuse quien, al ser pillado con hormonas, EPO y clembuterol, confesó que eran para VDB. Fue el comienzo del final. Tratamientos psiquiátricos, clínicas de desintoxicación y multas por conducir ebrio por las calles de Bruselas. Fue detenido cuando comenzó a disparar con una escopeta de caza tras discutir con su mujer y, finalmente, intentó suicidarse aunque su madre lo encontró a tiempo. Su última locura fue falsificar una licencia para disputar una carrera amateur en Italia. Se inscribió como Francesco del Ponte (su nombre italianizado) y utilizó una foto de Tom Boonen. Cuando quedaba un kilómetro para finalizar la carrera, y era líder destacado, dio media vuelta y se marchó a casa. Fue un personaje único, un icono, un ciclista sin triunfos que voló por las carreteras labrando un mito que él mismo se empeñó en destrozar. Yo, desde luego, no he conocido en el ciclismo de los últimos tiempos mayores exhibiciones que las de Frankie en la Lieja-Bastogne-Lieja de 1999 y, sobre todo, en la etapa de Ávila de la Vuelta de ese mismo año cuando destrozó a todo un pelotón en el puerto de Navalmoral. Menos de diez corredores aguantaron su rueda. Cuando llegó la subida final a las murallas de Ávila, les acabó de reventar. Es la etapa más memorable de las últimas ediciones de la Vuelta a España. Lo que muchos desconocen es que la portentosa exhibición de VDB surgió de un flechazo amoroso. Durante aquella Vuelta, Frankie se enamoró locamente de Sarah Pinacci, una preciosa azafata del Saeco. Primero le prometió una victoria de etapa por un beso (y ganó en Teruel). Luego le prometió otro victoria por una noche de amor: fue la etapa mítica de Ávila. Poco tiempo después se casaron. Eran jóvenes, guapos y tenían el mundo a sus pies. Después, llegó el infierno. El lunes pasado, todo terminó.

Temas

ciclismo

Sobre el autor

Escribe novelas y cosas así. Sus detractores dicen que los millones de libros que ha vendido se deben a su cara bonita y a su cuerpo escultural. Y no les falta razón. www.vicentealvarez.com


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