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Vicente Álvarez

EL FARO DE AQUALUNG

LOS OCHENTA AÑOS DE UN PERRO ANDALUZ

Publicado en El Norte de Castilla el 31 de octubre de 2009

Mucho se ha hablado del veinte aniversario de la muerte de Salvador Dalí pero pocos han recordado que durante una buena parte del año 1929, justo ahora hace ochenta años, un tsunami de proporciones colosales sacudió el mundo del arte: una peliculita de apenas 17 minutos hizo temblar a la sociedad bienpensante europea y se convirtió en uno de los aldabonazos más importantes de las vanguardias de principio de siglo. “Un perro andaluz”, el film firmado a medias por Buñuel y Dalí, fue exhibido en el Studio des Ursulines de París ese mismo año y, por allí, pasó todo el París artístico: Picasso, Cocteau, Man Ray, Yves Tanguy, Magritte, Jean Arp, Aragon, Max Ernst, Eluard, Tristan Tzara, Breton… A pesar del escándalo y de las ganas de provocar, reflejadas ya en la primera escena de la película, una de las más impactantes de toda la historia del cine (la navaja que secciona un ojo de mujer), la película surrealista por excelencia cautivó al público y permaneció ocho meses en cartel.

Cuenta Buñuel en sus deliciosas memorias (“Mi último suspiro”) que la génesis del guión fueron dos sueños: Dalí soñó con hormigas que pululaban por sus manos y Buñuel soñó con una navaja que cortaba el ojo a alguien. En menos de una semana escribieron el guión siguiendo tan sólo una sencilla regla: abrir todas las puertas al mundo irracional. Buñuel contactó en París con varios actores, con el fotógrafo Duverger y con los estudios Billencourt y, gracias a las 12.500 pesetas que su madre aportó al proyecto, pudieron rodar “Un perro andaluz”. El rodaje duró 15 días y resultó, como no podía ser de otra forma, surrealista: el encargado del atrezzo no salía de su asombro ante las peticiones de los dos jóvenes genios (una modelo desnuda con un erizo de mar vivo bajo cada brazo; un maquillaje para el protagonista en que apareciera sin boca, y otro en que su boca fuera reemplazada por pelos; cuatro asnos en descomposición, cada uno de los cuales debía colocarse sobre un piano de cola; una mano cortada, un ojo de vaca, tres hormigueros….). Un pequeño catálogo de las obsesiones recurrentes de Buñuel y Dalí transformado en un poema en imágenes, en una sucesión de sueños encadenados, en una película mítica. “Un perro andaluz” buscaba impactar al espectador a través de la agresividad de las imágenes y a través de la transgresión de todos los esquemas narrativos, rompiendo de manera radical la continuidad entre los distintos planos, tanto en el espacio como en el tiempo (los interludios con los que comenzaban algunas de las secuencias no dejaban lugar a dudas: «Érase una vez», «Ocho años después», «Hacia las tres de la mañana», «Dieciséis años antes», «En primavera»). No hay tiempo ni lógica, hay saltos y sueños, imágenes inconexas que representan paisajes imposibles. Su afán era tan provocador que Buñuel, temeroso de la reacción del público, llevó los bolsillos de los pantalones llenos de piedras. Al final, no tuvo que emplearlas y las tiró discretamente a la salida. Eso sí, hubo unas cincuenta denuncias en la comisaría de policía pidiendo la prohibición de la película por obscena y cruel. También se contabilizaron dos abortos durante las proyecciones y, como dato curioso, los dos protagonistas se suicidaron unos años después.

El éxito comercial de una película tan subversiva descolocó a los surrealistas. Ellos querían escandalizar, no que la película tuviera éxito. El propio Buñuel, en un acto propiamente surrealista y provocador, quiso quemar el negativo de la película en la Place du Tertre, también quiso romper las planchas de Gallimard con un martillo para que no se editase el guión. Incluso envió una carta indignada, de su puño y letra, a 16 diarios parisinos descalificando el film…. Buñuel en estado puro. Tal vez por ello, siempre se tendió a considerar que en “Un perro andaluz” la contribución de Dalí al film fue mínima y circunstancial, algo que poco a poco está comenzando a cambiar. El propio Dalí sostuvo durante toda su vida que él había escrito el guión y que Buñuel sólo intervino en detalles secundarios. Hablaba de “Un perro andaluz” como “la película de la adolescencia y la muerte que iba yo a clavar en el corazón mismo del ingenioso, elegante e intelectualizado París, con toda la realidad y todo el peso del puñal ibérico, cuyo puño está hecho del suelo sangriento y petrificado de nuestra prehistoria, y cuya hoja lo está de las llamas inquisitoriales”. Es el Dalí que todos conocemos: genio con bigotes de pinche loco, ególatra, aparatoso, divertido, perverso, excéntrico y concéntrico. Un tipo provocador que aseguraba que los bigotes largos eran indispensables para la creación artística pues actuaban como antenas y que sus famosos relojes blandos no eran otra cosa que quesos Camembert.

Durante todo el año 2009 se han celebrado multitud de homenajes que abarcan exposiciones, edición de libros e, incluso, rodajes de películas que rememoran el veinte aniversario de su muerte. Cinco actores de primera fila protagonizarán otras tantas películas y se pondrán los bigotes locos de Dalí: Al Pacino, Antonio Banderas, Robert Pattinson, Peter O’Toole y Johnny Deep. Y si durante todo el año se han celebrado todo tipo de actos protagonizados por la figura hiperbólica y única de Salvador Dalí, justo es reconocer la iniciativa del Festival de San Sebastián al inaugurar una exposición en el centro Tabakalera de Donosti con el título “Un perro andaluz, 80 años después” formada por un total de 126 piezas, entre pinturas, dibujos, cartas, fotografías, guiones, carteles o recortes de prensa. Badajoz y Zaragoza serán las siguientes paradas de esta imprescindible exposición que demuestra la vigencia de “Un perro andaluz”, una obra que sigue causando impacto en cualquier espectador y que supuso el punto de partida de las carreras de dos de los mayores genios que ha dado este país.

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buñuel, dalí

Sobre el autor

Escribe novelas y cosas así. Sus detractores dicen que los millones de libros que ha vendido se deben a su cara bonita y a su cuerpo escultural. Y no les falta razón. www.vicentealvarez.com


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