Publicado en El Norte de Castilla el 31 de octubre de 2009
“Llegué a Hollywood y entré en contacto con los tres grandes bastiones surrealistas estadounidenses: los hermanos Marx, Cecil B. De Mille y Walt Disney”. Son palabras de Salvador Dalí, un artista que siempre se sintió fascinado por el cine. De pequeño fue un fan incondicional de las películas de Charlot y de Buster Keaton. Luego cayó rendido ante las bufonadas de los hermanos Marx. Dalí admiraba sobremanera la “subversión de la normalidad” y la irracionalidad de sus películas, que él consideraba plenamente surrealistas, especialmente las escenas protagonizadas por Harpo. Tal era su admiración por el hermano mudo de los Marx que viajó a Los Ángeles para reunirse con él. El actor, metido de lleno en su papel, le recibió desnudo, coronado de rosas y rodeado de cientos de arpas. A Dalí le entusiasmo aquel acto surrealista y escribió un guión para los hermanos Marx: “La mujer surrealista”. Incluso ideó algunas imágenes y decorados como una cena en el desierto iluminada por jirafas ardiendo…. Ese fue uno de los proyectos cinematográficos que la mente privilegiada de Dalí parió en aquellos años. Poco se sabe de ellos, tan sólo se conservan guiones y dibujos preparatorios de películas frustradas como “Babaouo”, “Los Misterios surrealistas de Nueva York”’, “La Carretilla de la Carne”, “Chaos and creation” o “La historia prodigiosa de la hilandera y el rinoceronte”. En los años 40, Dalí andaba por Hollywood diseñando escenografías y pintando retratos cuando le ficharon para realizar las secuencias oníricas de “Recuerda”, la película de Hitckcock. Por entonces conoció a Walt Disney. El encuentro de estos dos genios dio lugar a una de las más extrañas colaboraciones artísticas del siglo: el surrealista enamorado del escándalo trabajando durante ocho meses con el creador del pato Donald. El resultado fue “Destino”, un corto de animación que quedó inconcluso ya que Disney, alegando problemas financieros, abandonó el proyecto. Durante 57 años “Destino” pasó a la categoría de película perdida hasta que hace bien poco se recuperaron las cintas y se restauraron. El resultado de aquella colaboración no pudo ser más genial y extravagante: el mágico mundo de Disney protagonizado por paisajes sombríos, espacios desérticos, hormigas lentísimas, relojes blandos y estatuas colosales. La alargada sombra de los bigotes de Dalí sobrevolando el séptimo arte. Algunos directores de culto como David Lynch saben mucho de ello. Otros, como Jonathan Demme no han perdido la ocasión de utilizar la idea daliniana de la mariposa-calavera en “El silencio de los corderos”. Aun así, justo es reconocer que la gran película de Dalí fue el propio Dalí.