Publicado en El Norte de Castilla el 7 de enero de 2010
Cada año tenemos la necesidad de dedicar todos nuestros esfuerzos a recordar a alguien especialmente insigne y memorable. Esta vez la elección ha sido muy sencilla. El año 2010 debe ser el año Pino, el año en que se reconozca, por fin, a Francisco Pino (el maestro vallisoletano más olvidado y también el más complejo y vanguardista) como uno de los poetas más exquisitos e importantes del siglo XX. Este mismo mes se cumplen cien años de su nacimiento y, desde hace tiempo, nos vienen prometiendo toda una serie de actos conmemorativos, encabezados por la edición de las obras completas del poeta, con el maravilloso añadido de hasta 45 libros inéditos. Sospecho que los Reyes Magos no nos pueden traer mejor regalo que todo ese material único caído del cielo. El tesoro contiene libros pertenecientes a los años treinta, con un Pino surrealista volcado en el vanguardismo y en sus características poeturas, obras a medio camino entre el dibujo y el poema visual. Libros que complementarán esa joya titulada ‘Méquina dalicada’ donde se conserva una de las poesías de mi vida, que si Aureola femenina, que si la Muerte de Beatriz, ‘que si el Génesis o tus manitas innumerables felizmente en su firmamento’. El tesoro también contiene varios libros escritos durante la Guerra Civil, época silenciada en su obra y tremendamente contradictoria: Pino era un republicano convencido y un católico ferviente («No sé, en realidad, por cuál de las dos causas entré en prisión»). El tesoro también contiene libros de otras épocas e, incluso, varias obras de teatro y una novela. Entre los actos conmemorativos también se ha hablado de una exposición de carácter visual y experimental. Desconozco lo que la crisis se haya podido llevar por delante, pero cualquier acto que recuerde la figura de Pino se convertirá de inmediato en un acto de justicia. Porque Pino es la palabra en libertad, es la escuela surrealista de DDOOSS, es el poeta de los agujeros. Pino es el Pinar de Antequera, los relámpagos de la guerra civil y el amante de ‘El Cuervo’ de Poe. Pino encarna como nadie la locura del poeta, la de vivir un instante, orgasmo y lágrima a la vez. Pino es, en fin, el poeta con los ojos desobedientes de Lot y los ojos intemperantes del profeta, capaz de ver la destrucción de la ciudad y la destrucción del templo.