Publicado en El Norte de Castilla el 15 de julio de 2010
Conozco un país que se llama Xavilandia. En Xavilandia no hace frío, no hay desgracias, no hay crisis. En Xavilandia los cuentos terminan bien. Incluso te puedes llevar a la princesa a casa. Llevo varios años diciendo que el mejor futbolista del mundo es Xavi Hernández, arquitecto del Barça y de la Selección Española. Los premios, los honores y los elogios encendidos los acaparan otros. La individualidad, el gol y el regate imposible tienen más adeptos. Xavi profesa otra religión. Xavi es un director de orquesta con batuta. Juega con tiralíneas. Es el único del mundo capaz de girarse sobre sí mismo y encontrar un pase milagroso. Es humilde y agradecido (“sin el compañero que se ofrece al pase no soy nada”) aunque sea el mago que siempre tiene en la chistera una genialidad. “Pones a Xavi y después a los demás”, dijo un seleccionador cuando le preguntaron por España. Porque Xavi ha sido el coreógrafo con chaqué de un equipo inigualable que nos ha hecho felices durante un mes y que ha demostrado que el fútbol es mucho más que un deporte. Es injusto destacar a un solo jugador aunque yo haya empezado así porque me duele que siempre dejen a Xavi en segundo plano. Toda la selección ha sido ejemplar, del primero al último, desde Casillas hasta los que no jugaron ni un minuto. Muchos sostienen la teoría de que el Mundial lo ganan los suplentes. El triunfo del buen rollito. Algo tan importante como el triunfo del jogo bonito. Estos locos bajitos del tiki-taka han demostrado que se puede ser campeón del mundo jugando de forma preciosista y acariciando el balón. Frente a la entronización de la patada y al mezquino resultadismo en el que han caído casi todas las selecciones, incluso las que tradicionalmente defendían el gusto por el buen fútbol, la selección española ha impartido una inolvidable lección de estilo. La Brasil de Dunga, la Inglaterra de Capello y la violenta Holanda pagan su miserable propuesta con el desprecio del mundo entero. Larga vida al jogo bonito con besogol incluido (tiene más clase responder a los imbéciles con un beso que con un corte de mangas). Los románticos estamos de enhorabuena. Todavía hay esperanza. La hay al menos en ese mágico país llamado Xavilandia. Fuera de Xavilandia, en el mundo real, las cosas están más jodidas. Disfrutemos el momento.