“Ha muerto en Deadwood, las Montañas Negras, el 2 de agosto de 1876, como consecuencia de un disparo de revólver, J.B. Hickock (Wild Bill), natural de Cheyenne, Wyoming. Las exequias se celebrarán en el Campamento de Charlie Utter, la noche del jueves, 3 de agosto de
– El teatro de la vida de Bill le exigía que caminara por el centro de una calle enfangada en vez de hacerlo por las aceras. Había descubierto que ser Will Bill era una profesión por derecho propio.
– Baja la voz, estoy concentrado en mis cartas.
– Me gustarás mucho más cuando estés muerto así podré decir que te he querido sin dar explicaciones a nadie.
– ¿Cuándo empezó a estropearse todo?
– Los recuerdos vuelven para asustarme.
– Él piensa que todo lo que ha hecho, aunque no fuese perfecto, era justificable.
– Déjale que se mate. Lo ha estado haciendo toda su vida.
– Debería de saber que no se toca el sombrero de otro.
Como una ciudad del Antiguo Testamento, Deadwood se convirtió en un lugar de profecías y visiones. En todo el Oeste se hablaba de una ciudad en la que era muy fácil hacerse rico. Un lugar que había surgido de la nada. Deadwood era un nido de jugadores, timadores, ladrones, asesinos, matones, borrachos, macarras y putas. Allí aterrizó el mítico Will Bill Hickock, un pistolero de vuelta de todo, cansado de su leyenda y a un paso de quedarse ciego. Quizá él fuese el único que supiese que llegaba a Deadwood para morir. Ni el apasionado amor de Calamity Jane hizo cambiar la historia. El cobarde asesino esperó en la esquina agazapado. Le faltaba la tranquilidad de un héroe y la decisión de un cobarde. Pero lo hizo. Fue el final de una leyenda.