Publicado en “La sombra del ciprés”, suplemento cultural de El Norte de Castilla del 23 de octubre de 2010
1994 me persigue. En la edición de aquel año de la Seminci se llevó la Espiga de Plata “Exotica”, film de Atom Egoyan que me dejó un tsunami de imágenes y recuerdos que no han parado de azotarme durante todos estos años. La fragmentación temporal y los saltos entre las vivencias de los distintos protagonistas son el envoltorio estilístico de un cine espectral y onírico, característico de Egoyan, formado por laberintos imposibles dentro de los cuales deambulan personajes desgarrados. “Exotica” es el paradigma de todo ello, un puzzle cautivador y sensual alrededor de cinco personajes que se reúnen en un club de strip-tease: una bailarina, la dueña del local, el pinchadiscos, un inspector de Hacienda y el dueño de una tienda de animales. El club se llama Exotica y no es otra cosa que la metáfora de un mundo irreal en forma de paraíso/infierno donde los cinco se refugian. Todos ellos son misteriosos y esconden un pasado doloroso que, poco a poco, el espectador debe construir. El club Exotica se convierte así en un templo preparado para el strip-tease físico y emocional, un templo en el que el pinchadiscos dirige la liturgia de sus sacerdotisas y feligreses mientras Leonard Cohen susurra “Everybody’s knows”. La filosofía es clara y taxativa: mirar y no tocar. Atom Egoyan es el chamán, el encantador de serpientes, el hechicero que controla todo; Bruce Greenwood es el solitario inspector que acude todas las noches para ver bailar a Christina; ella es Mia Kirshner, diez años antes de convertirse en una chica L Word. Todos están sublimes pero lo que siempre permanecerá en mi memoria es Mia Kirshner bailando con su faldita a cuadros y sus calcetines blancos al son de la letanía impuesta por Leonard Cohen: “Todo el mundo sabe que los dados están cargados, todo el mundo los tira con los dedos cruzados, todo el mundo sabe que la guerra ha terminado, todo el mundo sabe que los buenos perdieron, todo el mundo sabe que la pelea estaba amañada, los pobres seguirán pobres, los ricos se harán más ricos. Así son las cosas. Todo el mundo lo sabe”. Sin ningún género de duda, una de las escenas más sensuales, emblemáticas e inolvidables de todo el cine besado por los labios de la Seminci.