Publicado en El Norte de Castilla el 2 de diciembre de 2010
Recuerdo el segundo artículo que escribí en El Norte de Castilla. Se titulaba ‘Ladrones de la memoria sentimental’ y trataba sobre el cierre del cine Coca. Me he acordado hoy de aquella columna cuando he leído la noticia de que el Roxy va a cerrar sus puertas después de 75 años y su lugar lo va a ocupar el salón de juegos del Casino. ‘Rien ne va plus’. Bienvenidos a la cutre modernidad fenicia de las monedas en cascada. Mesas de ruleta por proyectores de cine. El croupier que baraja las cartas a tanta velocidad como Gary Cooper desenfunda su revólver está a punto de jubilar al viejo acomodador de nuestros sueños que, con su linterna, nos enfocaba mientras tú y yo jugábamos a hacer picardías en la oscuridad de la sala. Nos siguen robando los mejores años de nuestra vida, los de los primeros besos, los de los corazones en flor. Y nos roban los sueños, los de todas aquellas películas que vimos en el Roxy, todas las historias a 24 fotogramas por segundo que han iluminado nuestras vidas, los villanos en cinemascope y las rubias platino. Los nuevos tiempos marcan el declive. La cultura hoy ya solo es un estorbo decadente. El latido de los sueños circula por otras autopistas. El bello, elegante y emblemático cine Roxy (uno de los pocos cines con fachada art decó que quedan en el mundo) va a ser sustituido por un garito sacacuartos, droga de ludópatas a la puerta de nuestra casa. La Seminci pierde su mejor sala, nosotros el templo de nuestros sueños y Valladolid está definitivamente abocada a ver cine en macrocentros comerciales con nubes de palomitas y cocacolas eructando alrededor. Serrat ya anunció que «sobre las ruinas del Roxy juega al palé el capital», así que ojalá los fantasmas del Roxy no descansen en paz y comiencen a aparecerse entre las viejas paredes del cine. Norman Bates se quedaría a vivir allí, y Robin Hood, y Bonnie & Clyde, y también, por supuesto, George Clooney, el terror de los casinos, acompañado de sus chicos de Ocean’s Eleven. En fin, otra puñalada a la cultura. Hagan juego, señores.