Publicado en El Norte de Castilla el 13 de enero de 2011
¿Escuchaste aquella leyenda urbana sobre un inventor que desapareció misteriosamente tras haber creado un coche que circulaba sin gasolina? ¿Viste ‘El hombre vestido de blanco’, protagonizado en 1951 por Alec Guiness? Trata de un doctor que desarrolla un nuevo material textil que nunca se ensucia ni se desgasta. Desgraciadamente, el invento se vuelve en su contra: los fabricantes piensan que significará su ruina y los trabajadores temen por su empleo. Entre todos consiguen que la nueva tela no salga al mercado.
El mercado es un perro canalla que tiene los ojos enfermos del consumismo y la filosofía de la obsolescencia programada en su ADN. Nos lo cuenta Cosima Dannoritzer en un magnífico documental recientemente emitido. No tiene desperdicio. Una élite poderosa inventó la obsolescencia programada, es decir la reducción deliberada de la vida de un producto para incrementar su consumo. Lo vienen haciendo desde 1924, cuando los fabricantes de bombillas comprendieron que si las bombillas casi eternas que fabricaban salían al mercado se les acabaría el negocio. Aquellos hombres empezaron a acortar la vida de los productos para aumentar las ventas. Desde entonces, nada ha cambiado. Todo lo contrario. Móviles de vida corta, impresoras que se estropean y que no pueden ser arregladas (es más caro el arreglo que comprar otra), ipods programados para que se les muera la batería antes de un año. Nos venden la felicidad a través del consumo ilimitado y enfermamos de deseo de consumo sin importarnos la huella ecológica de este despilfarro. La posteridad no nos perdonará. Otras generaciones nos legaron catedrales; nosotros dejaremos basura. Por ahora, en el Tercer Mundo. Aunque está prohibido, allá van todos los residuos electrónicos. La trampa: enviarlos como productos de segunda mano. La mayoría ni se pueden reparar y se abandonan en vertederos. Comprar, tirar, comprar. Una filosofía, una enfermedad, una forma de dejar de desear. Tic-tac, tic-tac. El tiempo se acaba. No importa: compraremos otro tiempo.