Publicado en El Norte de Castilla el 18 de febrero de 2011
Es imposible cambiar de equipo porque es una pasión irrenunciable. Algo así decían en “El secreto de sus ojos”. Lo repito todos los años. Y todos los años acabo peleándome con el mundo entero a costa de mi Pucela. No contento con ser uno de los pocos defensores de Arzo, me he convertido en el único que piensa que subimos a Primera este año. Hace una semana me propuse escribir un artículo para dejar constancia de mi chaladura cósmica. Aprovechando que el milagro llegó desde Huelva, tal vez no me lleven todavía al Psiquiátrico. Los que practicamos la religión del Alcoyano no necesitábamos ni siquiera el triunfo en el Colombino para pensar que esto puede dar muchas vueltas. Sólo las matemáticas me pueden llevar al infierno. Mientras tanto soy un optimista cerril que me aplico transfusiones blanquivioletas cada fin de semana. Y sí, conozco el esperpento en el que vivimos. Soy insensatamente optimista pero no soy estúpido. Sé que este club se ha convertido en el circo de Fofito. Se que la inestabilidad y la falta de un proyecto nos define. Sé que todo empezó cuando hace dos veranos se echó a jugadores veteranos y comprometidos. Sé que el año pasado se prefirió prescindir de un entrenador que nos había dado todo para contentar a unos niñatos. Sé que en este club no se saben hacer siquiera papeleos burocráticos y que sólo los burros tropiezan dos veces en la misma piedra. Sé que en el mercado de invierno han montado una plantilla completamente desequilibrada y que hay que rezar para que no se lesione el único delantero. Sé que todo es un desbarajuste y que estamos en manos de unas dueñas que no saben colocar Valladolid en el mapa. No olvido el chantaje mafioso y las amenazas de llevarse al equipo y no dejo de pensar que el pelotazo del Arena es lo único que les importa. Y, a pesar de todo, sigo convencido de que subimos. Eso sí, espero que, pase lo que pase, los que han jugado con la ilusión de tanta gente reciban su merecido. Aún así, insisto, sólo las matemáticas pueden descabalgarme de mis sueños. Conmigo no pueden ni las Saralegui.