Publicado en El Norte de Castilla el 8 de abril de 2011

Durante las últimas diez semanas, El Norte de Castilla nos ha regalado, en formato DVD, “La gran historia de la Guerra Civil”. Muchos pensarán que es agitar de nuevo la caja de los truenos cuando en realidad, a fuerza de intentar escondernos la historia reciente, la gente cada vez sabe menos sobre lo ocurrido. De las nuevas generaciones, ni hablamos. Muchos no saben ni quién era Franco. Hoy en día continúan vendiéndonos aún la moto de que se ha hablado demasiado ya de la Guerra Civil. “¿Otra película más de la Guerra Civil?”, se indignan al estrenar alguna cinta ambientada en aquella época. Ya saben, la teoría de Goebbels: una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Estoy seguro de que la gente de mi generación ha visto más películas sobre el Vietnam que sobre la Guerra Civil española. También estoy seguro de que la gente de mi edad tiene, en su mayoría, alguna historia de aquella guerra que le tiene estrujadito el cuore. Son las historias que nos contaban nuestros abuelos, las terribles aventuras que muchos de ellos tuvieron que vivir para sobrevivir.

Pues eso. Lo que decía. Díez DVD. Díez horas de una historia terrible. Verla en imágenes la hace más terrible. Y más próxima. Necesitamos saber para no repetir la barbarie. Memoria contra barbarie. Saber, por ejemplo, que aquella guerra fue el último conflicto bélico en el que se peleó por ideales. Una guerra especial que se transformó en un laboratorio de experimentos para la II Guerra Mundial. Una guerra contada por primera vez en directo con centenares de periodistas y fotógrafos siguiendo la contienda. Una guerra que sufrió los primeros bombardeos sobre ciudades y civiles. Una guerra que protagonizó el último gran asedio con tintes medievales de la historia bélica y en la que se produjo la última carga de caballería de la historia (la quijotesca batalla entre caballos y tanques en los alrededores de Teruel). Una guerra en la que la retaguardia fue más cruel que el frente de batalla. Una guerra única que sigue encerrada en el cuarto trastero de nuestra memoria.