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Eduardo Roldán

ENFASEREM

Athina

Athina, preciosa, por qué le haces esto a tu mamá Christina, ella que te lo dio todo, al menos todo lo que creyó querrías, todo lo que sintió limpio y bueno, joyas de piel brillante, caballos con corazón de oro, besos como llamas de auxilio y gratitud, ella que te dio esa hache helénica y distintiva de tu nombre, esa hache que era sólo una manera de establecer para siempre un vínculo entre vosotras, entre tú y mamá y la abuela de quien te pusieron el nombre, un vínculo femenino y vedado al varón armado y feo de tu abuelo, Athina, ¿no comprendes que subastar las joyas de mamá es como subastar tu propio nombre, subastar el amor de una madre que no sintió más amor verdadero que el que en ti volcó? No lo hagas, Athina, preciosa, reina, amazona, por favor, no lo hagas. No quisiera tomaras estas palabras por un consejo, de los consejos hay que blindarse pero en cualquier caso no lo hagas. A partir de una cuenta con diez ceros el dinero no es problema, no al menos un problema contable, se convierte en una abstracción de la que es mejor olvidarse, una abstracción que a ti te ha envuelto desde que naciste, tu vida una vida regida sin tú darte cuenta por una abstracción descomunal, una nube de ceros sin fin que te hizo diana griega de dardos sin amor cuando aún eras una niña – y aún lo eres -, el amor te llegaba de otro sitio, de más cerca, mamá sabía de esos dardos y trató de llegarte con purasangres futuros, con paseos por la luna a luz del mar, con besos y joyas, ya se ha dicho, estas joyas que ahora subastas sólo simbolizan, sólo recuerdan su amor, Athina, el amor de una madre por su niña de tres años, el amor de mamá no merece perderse en una abstracción sin contenido, su amor fue breve pero real, es real todavía, Athina, no trates de borrar su recuerdo quizá imaginado porque el pasado siempre vuelve, la memoria no se detiene por un arrebato del presente, el pasado permanece, Athina, amazona frágil, el pasado te seguirá donde tu caballo te lleve y el recuerdo de mamá se hará más y más doloroso cuanto más trates de borrarlo, para el comprador las joyas son sólo un capricho de oro y piedra, para ti material memoria, como el poema de Valente, luego quizá te arrepientas y quieras recuperarlas y entonces a lo mejor – a lo peor – ya será demasiado tarde y no podrás, el comprador las habrá fundido o condenado a una caja fuerte en Suiza, una caja avara inmune a tus lamentos y dólares, porque el comprador pertenecerá sin duda también al reino de los elegidos, al reino en el que el dinero es sólo una abstracción y por tanto será inmune a él por mucho que le ofrezcas, para él las joyas de mamá habrán también alcanzado entonces la condición de símbolo, pero un símbolo de poder vanidoso y ególatra, en las antípodas del símbolo de amor, respeto y memoria que representarían para ti, cimbreante princesa del petróleo y el mar, puedes borrarte el apellido Onassis pero no las huellas del amor materno, abandona escudos, presidencias de compañías y residencias de verano, arroja por la borda limusinas, títulos, propiedades que no conoces, todo el lastre patrimonial heredado de ese ogro tosco del oro negro que fue tu abuelo, regálalo de mano a mano como hizo Wittgenstein o dónalo anónimamente a una oenegé pro Amazonas, todo menos las joyas de mamá, la historia de tu familia pudo ser una tragedia griega o una opereta sin gusto, Athina, pero en cualquier caso algo merece la pena salvarse y ese algo es el amor voluntarioso de mamá,  230 joyas como 230 maneras de ofrecerse, de sortear el pánico a equivocarse contigo, Athina, ella lo intentó, pese a todo ella lo intentó.

(El Norte de Castilla, abril de 2008)

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Sobre el autor

Columnas, reseñas, apuntes a vuelamáquina... El autor cree en el derecho al silencio y al sueño profundo.


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