Ha pasado una hora y los protagonistas de El salario del miedo siguen más o menos donde estaban al comienzo, y el espectador principia a preguntarse si la sinopsis no se habrá confundido al calificar al film de suspense. No lo ha hecho, o solo en parte; es un film de suspense, pero también un melodrama, un drama de denuncia social, incluso un film de terror (en la escena de la piscina de petróleo). El suspense, con todo, comenzará en este momento y se extenderá durante la hora y media restante.
Así, El salario… se articula en dos segmentos bien definidos. El primer segmento es una suerte de Los inútiles de Fellini (también del año 53), pero con una existencia más precaria, social y laboral. En esta primera parte se presentan a los personajes fundamentales y se dan a conocer los distintos motivos que los han llevado al enclave —ficticio— de Las Piedras, un pequeño y empobrecido pueblo perdido en algún lugar de Centroamérica donde el capital americano hace y deshace a su antojo, única vía no obstante para sacarse unos cuartos, aun escasos, y tratar de conseguir un billete de avión y escapar, objetivo compartido por todos. Los cuatro protagonistas son Mario (Yves Montand), Jo (Charles Vanel), Luigi (Folco Lulli) y Bimba (Peter Van Eyck), a los que hay que añadir a Linda (Véra Clouzot), amante ciega del primero pese al trato que recibe. La vida, pues, va pasando, se cruzan historias sin grandes escándalos, y ellos la toman con un fatalismo resignado, ni siquiera con resquemor hacia la compañía petrolera; sencillamente las cosas son así, unos están arriba y otros están abajo, y cada cual trata de sacar el mayor partido posible, no hay más vueltas que darle.
Un accidente en forma de fuego desatado en uno de las plantas de extracción de la compañía, a 500 kms. de Las Piedras, hará que este fatalismo estático se sustituya por uno dinámico y el suspense comience a rodar. La única manera de extinguir el caos es con nitroglicerina (creando una explosión que tape el pozo de petróleo incendiado), y esta ha de ser llevada hasta la planta del desastre en dos camiones precarios, sin ningún tipo de seguridad. ¿A quién podría interesarle un trabajo así? Pues a todo el mundo: no hay varón en Las Piedras que no se haga pasar por conductor, y es que el salario por llevar la nitroglicerina excede con mucho el de sus fantasías: 2.000 dólares, más que suficiente para salir de allí de una vez por todas y comenzar una nueva vida. (Este es, pues, el precio en que cifran sus vidas, en un caso literalmente: hay un joven que se suicida por no lograr entrar en la cuadrilla). De la fibra moral de la compañía petrolera da cuenta la razón por la que, más allá de la destreza al volante, Mario, Jo, Luigi y Bimba son elegidos: por ser unos tirados, o sea que no pertenecen a ningún sindicato ni tienen familia, de modo que si les ocurriera algo nadie iría a reclamar nada a la empresa, nadie montaría un tumulto.
Este segundo segmento, con el traslado de la nitroglicerina, es donde se desarrolla el suspense en sentido clásico, en cuatro piezas independientes (cuatro obstáculos en el camino que los camiones, conducidos por Mario y Jo y por Luigi y Bimba, han de superar). El suspense, y esto va con el género, no radica tanto en saber si superarán el obstáculo o no, al menos al principio, pues si no lo superasen, se terminaría la película. No, el interés está en el cómo. Y es en el cómo donde el magisterio de Clouzot brilla en su máxima expresión.
Clouzot adopta un punto de vista casi documental —recuerda al Bresson de Un condenado a muerte se ha escapado, solo que esta es posterior y formalmente aun más severa—, una mirada esencialmente neutra, pero que tampoco cabe calificar de objetiva: ya la selección de las imágenes, del encuadre, del tiempo de cada una condiciona la experiencia del espectador (como muy bien ha dicho y viene demostrando desde hace medio siglo el gran Frederick Wiseman). <<A veces una hora se hace muy larga>>, dice Bimba en cierto momento, y es lo que hace Clouzot en las piezas de suspense: estirar la tensión, adensarla, dilatar el presente, avertigarlo, en un manejo del tiempo que es el mayor logro del film.
Que tiene en el retrato moral el otro gran logro. No se trata de mostrar a héroes, no hay heroísmo en la decisión de emprender el trayecto, son solo unos tipos que intentan salvar su culo de la única forma que se les presenta, y si esta supone llevar a cabo acciones arriesgadas, tal no las convierte en heroicas. El poso que deja El salario… es el de un fatalismo amargo, de una ironía trágica, que el final no hace sino subrayar.
(La sombra del ciprés, 20/04/2024)
@enfaserem
Ficha del film
Tít: El salario del miedo
Dir: Henri-Georges Clouzot
Ints.: Yves Montand, Charles Vanel, Folco Lulli, Peter Van Eyck, Véra Clouzot
Francia e Italia, drama, blanco y negro, 153 mins.