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Eduardo Roldán

ENFASEREM

La leyenda que no cesa

En su sexta acepción el diccionario de la RAE identifica leyenda con ídolo, y la define como ‘persona o cosa admirada con exaltación’. A la definición le falta solera, poso: le faltan las capas del tiempo. Una leyenda es un ídolo, sí, pero uno que lo viene siendo desde hace muchos años. Muerto Ornette Coleman, Lee Konitz es, junto a Sonny Rollins, quizá la única leyenda que hoy quede viva de la época dorada que forjó el jazz moderno tras la eclosión y vahído de las orquestas de swing. Con un rasgo que vuelve su caso si cabe más excepcional: el de no haberse conformado con mantener el aura de la leyenda tirando de oficio, sino que ha preferido arriesgarla con exploraciones más y más audaces —algunos dirían temerarias—, pero cuyo resultado no ha hecho sino acrecentarla. Una apuesta que le ha llevado a trabajar con los recién aterrizados que más despuntaban/despuntan, Mark Turner o Brad Mehldau en su momento o el Jeff Denson Trio en el presente curso, al que acompaña en su concierto de Valladolid. Y es preciso subrayar el verbo acompañar, porque las colaboraciones de Konitz con músicos a los que saca medio siglo de edad no adoptan nunca la habitual suficiencia paternal del dinosaurio que consiente en mezclarse con los cachorros, por mucho talento que estos demuestren, sino que son de igual a igual: Konitz es uno más, aunque suela demostrar después de la función que sigue siendo el que más.

Para mí personifica la idea platónica del solista en jazz, si es que tal idea existe: un sonido a la vez inimitable e inconfundible —tanto como el de un Stan Getz o un John Coltrane— propulsado por una imaginación inagotable; no se le oirá a Konitz soplar un solo cliché, y su fraseo tiene tanto de riesgo como de fluidez, con un swing que no privilegia los tiempos esperados y en el que las barras del compás son más una sugerencia que una imposición, sin por ello abolir la estructura del tema original y volverlo irreconocible; tan fluido es el fraseo que da la sensación a veces de que Konitz no toca sino que se está limitando a transcribir en tiempo real la música que alguna fuerza superior, lejana, le dicta.

Su último trabajo con el Jeff Denson Trio, disponible hace apenas siete días, bucea en algunas de las míticas grabaciones del catálogo de Lee y la factoría Tristano, y en él el cuarteto alcanza una simbiosis y una cohesión que hacen pensar en una asociación de muchos años, no recién armada. Es una oportunidad para no dejar pasar, sea o no sea uno afín a la música de la sorpresa.

(El Norte de Castilla, 16/7/2015)

@enfaserem

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Columnas, reseñas, apuntes a vuelamáquina... El autor cree en el derecho al silencio y al sueño profundo.


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