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Eduardo Roldán

ENFASEREM

Arianna Huffington o la revolución en curso

Descendiente de una de esas estirpes de emigrantes griegos cuya voluntad espartana, como nos enseñó Elia Kazan, ayudó en gran medida a construir la América que hoy conocemos, Arianna Huffington (nacida Stassinopoulos) es una de las mayores responsables y más destacadas protagonistas de la revolución periodística digital. La cabecera que lleva su nombre, lanzada al interminablemente creciente océano de internet en mayo de 2005, se ha hecho merecedora en apenas siete años del Premio Pulitzer, siendo el primer medio nacido de la Red en obtenerlo, logro que justifica más que sobradamente la presencia de Huffington en el Hay Festival de Segovia, donde debatirá a dos con Juan Luis Cebrián sobre >.

De biógrafa de mitos a gurú de los medios de comunicación de masas, el camino ideológico recorrido por Arianna Huffington ha sido el de una polemista incansable con distintos trajes ―ensayista, comentarista político, conferenciante, mujer de―, camino que presenta el muy infrecuente hecho de haber ido virando hacia la izquierda una vez sobrepasado su ecuador. Si lo habitual en el hombre es que según envejece se vaya volviendo más conservador ―lo cual es incluso biológicamente lógico: según ve que la muerte se acerca, con más angustia se aferra a lo que le queda―, AH, sin que sus posiciones políticas hoy se sitúen precisamente en el sector más radical del ala izquierda, se distancian desde luego de las que mantuvo en sus comienzos. AH ha pasado de considerar el movimiento feminista de los setenta como los delirios de una pandilla de histéricas a presidir/dirigir una plataforma que los republicanos temen como a una plaga bíblico-digital que no deja de expandirse (la versión española de la plaga ha llegado este verano). La caída del caballo ideológico ultraconservador de AH tuvo lugar a finales de los 90, y la llevó incluso a probarse el traje de candidato, pero tras su fallido intento por pasarse al otro lado, se dio cuenta de que resultaba más útil como periodista, con todas las ramificaciones/connotaciones que a un nivel de tal influencia tiene el término, que como actor de la cosa pública. (Cierto que no hay canto de sirena más sugestivo que el del Poder, y acaso en un futuro no muy lejano vuelva a emprender la carrera electoral.) Este viraje ideológico ―ya digo que dentro de los parámetros americanos, o sea un viraje relativo― es en cualquier caso motivo de aplauso, porque el estatismo recalcitrante suele ser síntoma de anquilosamiento mental y porque ha dado como fruto un periódico digital cuya lectura no da vergüenza.

La pregunta por tanto es: ¿qué tiene The Huffington Post que no tengan los demás? ¿Por qué él el Pulitzer y el prestigio (ese otro Pulitzer, más verdadero) y no otros tantos? Las razones son fundamentalmente dos: que respeta el medio y que respeta el oficio. Razones que cualquier neófito daría por supuestas en un periódico digital, pero que no lo son en absoluto. THP ha sido el único, o en cualquier caso el primero y mejor, que ha conseguido el abrazo del medio y el oficio. Por un lado, se vale de las herramientas que proporciona internet  ―artículos sin los límites de espacio de la página impresa, atractivos contenidos audiovisuales y de diseño, interactividad con el lector―, superando así a muchos medios que se limitan a repetir en la pantalla, y que pierden en el trasvase al hacerlo, los contenidos de sus páginas; por otro, no ha dejado que el medio haya erosionado el pilar básico que ha de exigirse al periodismo, y que es el rigor de contenido y de estilo. Parece que publicar en internet da carta blanca al “todo vale”, y que si el documento viene de la Red tiene bula para decir lo que quiera y como quiera. El principio todopoderoso que mediatiza cualquier publicación digital es el de la Información Instantánea, conocer el dato y conocerlo ya, y si para ello hay que sacrificar nimiedades como la redacción, la acentuación o la exposición coherente, bueno, es un tributo pequeño a pagar. Al comparar la edición digital de muchos diarios con su edición de papel, el fiel se sigue inclinando todavía del lado del papel, pese a que todos estemos de acuerdo en que la prensa digital es no ya el futuro sino el presente. El gran acierto de THP ha sido el de hacerse con una plantilla de colaboradores que ha pasado, por así llamarlo, este filtro de rigor, y que al hacerlo no ha olvidado de dónde viene ni adónde se dirige. The Huffington Post lleva como lema The Internet Newspaper (>), y ciertamente se ha ganado ese trono autoconcedido.

(La sombra del ciprés, 22/09/2012)

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