Leer a Francisco González Ledesma es uno de los mayores placeres que existen. Y reencontrarse con su personaje fetiche, el inefable inspector Méndez, una verdadera fiesta para los sentidos. Con “Una novela de barrio”, el gran Francisco González Ledesma consiguió el I Premio Internacional de Novela Negra RBA, y nos volvió a regalar una novela negra casi perfecta, narrada con la envidiable maestría del que ha trabajado toda la vida en el oficio.
En los años setenta dos atracadores asaltan un banco. En su huida, matan a un niño de tres años. Tiempo después, uno de los atracadores aparece asesinado. Su cómplice, convencido de que él será la siguiente víctima, intenta adelantarse y matar a quien sospecha debe ser el verdugo: David Miralles, padre del niño. La intervención de nuestro inspector favorito será decisiva para resolver el caso. Méndez es un gato callejero que sabe distinguir entre ley y justicia. Es uno de esos policías sin nombre que visitan los sitios varias veces porque los sitios hablan. Un tipo entrañable, solitario y descreído (“si la gente supiera la cantidad de funerales que hay en las noches de bodas”), alguien cuyo mundo ya ha muerto (“ha mejorado mi vida pero sigue siendo una absoluta desolación”) y que conoce las calles como nadie. Un poli al borde de la jubilación, siempre vestido de oscuro y siempre con libros en los bolsillos. Representa la mirada nostálgica de una Barcelona que ya no existe, llena de barrios obreros, tascas y burdeles. Porque el otro gran protagonista es el barrio. El barrio es el único mundo posible. El barrio. Lo que queda de él, claro.
“Una novela de barrio” es una historia de amor, de odio, de bares, de vendettas, de pasiones, de desencuentros, de lealtades. De putas, de marqueses, de madames, de casas tan pequeñas que el gato tiene que dormir fuera, de policías que no creen en la ley, de nenas que hablan con Dios a través del móvil. De perdedores, de soñadores, de crímenes. De miedos, cobardía, ternura, tragedia, generosidad y humor. Es una historia de recuerdos asesinos: “las sombras permanecen y una persona puede morir dos veces: los recuerdos pueden matar una y otra vez”. Es una historia de gente apesadumbrada y solitaria que muere mirando a la puerta “porque hay puertas que la persona que tú esperas no atraviesa jamás”. “Una novela de barrio” es, en esencia, una historia de venganza. “Un hombre quiere matarme antes de que yo le mate. Me lleva ventaja. Tiene dinero. Yo sólo tengo recuerdos”.