Publicado en El Norte de Castilla el 26 de octubre de 2012
El cine es un espejo pintado, un pedazo de pastel, una verdad 24 veces por segundo, es un ojo en el corazón de un poeta. En Valladolid, además, el cine es unos labios que te besan. Una de las pocas cosas que nos quedan. No hace falta decir que, en estos días de naufragio generalizado, merece la pena besar esos labios. La 57 edición de la Seminci acude fiel a su cita anual. Lo hace con las cuentas en los huesos. Con un 43% menos de presupuesto: ha pasado de tener 3,5 millones de presupuesto en 2009 a 2 millones. Da lo mismo. Tenemos que agarrarnos con fuerza a nuestros sueños en tecnicolor. Y, aunque cada vez tenga menos apoyos, no permitiremos que nos los quiten. Deberíamos de llenar la ciudad de labios seminceros mientras nos dejamos seducir por películas mexicanas, indias o españolas. Mientras nos rencontramos con viejos amigos como Paskaljevic, Kaurismäki o Deepa Mehta (que presentó su película como un “Forrest Gump pero con indios”) y nos dejamos arrastrar por los imprescindibles documentales de Tiempo de Historia, tal vez, dados los problemas que nos bombardean, el mejor espejo para tomar el pulso a la actualidad. No ha estado Leo Harlem (dicen las malas lenguas que estaba en el chalet de Brad Pitt y Angelina Jolie) pero hemos tenido dos Espigas de Oro de lujo, así como un puñado de actores que llegan para defender su trabajo y el honor del mundo de la cultura que algunos se empeñan en pisotear. Por aquí apareció, provocador y balandrón, el ministro Wert. Un derroche de dispositivos policiales le cubrió las wertgüenzas. “Que no, que no, que no pagamos esta deuda con salud y educación” era el grito subversivo (y, al parecer, peligrosísimo) de los manifestantes. Wert entró por la puerta de atrás. Al día siguiente aseguró que las pitadas no le afectan “lo más mínimo”. Alguien debería decirle al tipo que está haciendo que la cultura sea más cara por decreto que eso no es señal de fortaleza sino de estulticia y soberbia. En fin, un beso semincero puede darnos oxígeno para aguantar los momentos difíciles. Un beso sin contraindicaciones y más necesario que nunca.