Observé con voracidad insana la imagen que me escupía la pantalla del ordenador. Era un tipo cuyo rostro apenas se podía distinguir. Akiosaha pulsó varias teclas y, poco a poco, la imagen fue agrandándose, depurándose y adquiriendo mayor nitidez. No tardé en reconocer al hombre que había secuestrado a Arteria. Su parche en el ojo le delató de inmediato. Ulises Mebarak no sólo había regresado de la muerte para desafiar a todos los universos de la lógica. Ahora tenía un plan mucho más cruel para volverme loco y vengarse dieciséis años después: había secuestrado a mi propia hija.
Escalera al cielo (pag. 50), amazon.com