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Vicente Álvarez

EL FARO DE AQUALUNG

LAS VIDAS PÓSTUMAS DE SHERLOCK HOLMES

Publicado en “La sombra del ciprés”, suplemento literario de “El Norte de Castilla”, el 9 de diciembre de 2017

“Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una de las buenas costumbres que nos quedan”, dijo Borges. Tenemos el Canon, las sesenta historias escritas por Conan Doyle que algunos llaman las Sagradas Escrituras (las cuatro novelas y los cincuenta y seis relatos distribuidos en cinco volúmenes) pero tenemos mucho más. Holmes, no hay que olvidarlo, murió y resucitó. Y Holmes, hoy en día, está más vivo que nunca. Hablamos, sin duda, del personaje de ficción más influyente y multiusos de la literatura universal. Ya en vida de Conan Doyle comenzaron a surgir los primeros pastiches, obras protagonizadas por Sherlock Holmes que no habían salido de la pluma de su creador. Desde entonces, el goteo no ha cesado. En casi todos los idiomas y países nos encontramos con locos que siguen la estela de Holmes. Imposible abarcarlos. De hecho, escribir sobre las otras vidas, sobre las vidas paralelas, sobre las vidas póstumas de Sherlock Holmes se antoja como lo más parecido a intentar meter una catedral en una maleta. Nos centraremos en lo publicado en España y lo haremos siguiendo la monumental e ineludible obra de Alberto López Aroca “Sherlock Holmes en España”. Ahí supimos que el detective de Baker Street aterrizó en España muy temprano. De hecho, la mayoría de historias de Conan Doyle se habían traducido ya a principios de siglo. Paralelamente, y dado que el público no dejaba de pedir más y más aventuras, comenzaron a aparecer historias de otros autores protagonizadas por Holmes. La más antigua data de noviembre de 1891, cuando del personaje original apenas habían sido publicadas siete historias (las dos primeras novelas y cinco cuentos). Sherlock, para entonces, era sherlock10ya toda una celebridad. Pues bien, ese primer pastiche, titulado “Una tarde con Sherlock Holmes”, lo escribió, nada más y nada menos, que J.M. Barrie, el padre de Peter Pan. Se podría decir que con él empezó todo. De inmediato, los alemanes se pusieron manos a la obra y no tardaron en salir a la calle decenas de pastiches. En España, esas nuevas y bastardas aventuras de Holmes llegaron casi de inmediato y ya en 1908 tenemos constancia de que el propio Blasco Ibáñez publicaba estas novelas en alguno de sus periódicos y las publicitaba como salidas de la pluma de Doyle. Aquí, como en el resto del mundo, la fiebre holmesiana se había desatado. Esta primera Edad de Oro de “los otros Holmes” coincidiría con las primeras décadas del siglo XX, con Doyle todavía vivo y asistiendo, uno no sabe si perplejo, emocionado o molesto, al boom imparable de pastiches holmesianos lo que comenzó a ocasionar algunos problemas legales solucionados en muchas ocasiones cambiando el nombre de nuestro protagonista. Así apareció Harry Dickson, el Sherlock Holmes americano, producto de la traducción al holandés de los pastiches alemanes; también el Solar Pons, de Augusto Derleth, o el Herlock Sholmes de Maurice Leblanc, quien le hace enfrentarse a su propia creación, el famoso caballero ladrón Arsène Lupin. En fin, tanta sobreexposición y un éxito tan descomunal, llevó a muchos colegas a odiar al personaje e incluso alguno a escribir cierta parodia sin desperdicio. Hablamos, claro, de Mark Twain y su “A doubled Barelled Detective Story”, una crítica maliciosa a la ficción detectivesca llena de burlas a nuestro detective favorito. En España los autores más famosos y populares también se engancharon al carro del boom sherlockiano e hicieron sus pinitos, casi todos ellos atravesados por un gracejo hispánico muy peculiar. En esa línea se embarcan los deliciosos pastiches de Jardiel Poncela o la muy curiosa “Tenorio contra Serlock-Holmes” (sic) de Joaquín Belda.

Una segunda Edad de Oro de los pastiches llegaría con el gran éxito en 1974 de “Elemental doctor Freud”, de sherlock2Nicholas Meyer, quien repetiría suerte con “Horror en Londres” y “El ángel de la música”. Desde entonces no han parado de aparecer pastiches a velocidad de vértigo. Muchos de ellos utilizando, para otorgar mayor credibilidad, el recurso de convertir al autor en editor o traductor de un manuscrito del propio Watson. Junto a ello, la característica más llamativa de estos pastiches suele estribar en enfrentar a Holmes con personajes reales y también con otros iconos de la novela popular. En este punto, la imaginación se desata. Ya Nicholas Meyer cruzó a Holmes con Freud, George Bernard Shaw, Oscar Wilde, Bram Stoker o el mismísimo fantasma de la Ópera. Los ejemplos de esta fascinante tendencia de hacer coincidir a Holmes con otros personajes bien conocidos son incontables, atractivos, reveladores y, en muchos casos, deliciosamente delirantes. Fred Saberhagen le emparejó con Drácula, Rafael Marín con Charlot, Alexis Lecaye con Marx, Daniel Stashower con Houdini, Cay Van Ash con Fu Manchú, Randall Collins con Bertrand Russell o Ludwig Wittgenstein y, en fin, Ellery Queen, como otros muchos, con Jack el Destripador. Son sólo algunos ejemplos. Hay cientos más. En “La aventura del par sin par”, de Philip Jose Farmer, Holmes y Watson llegan a un inhóspito lugar donde se encuentran con Tarzán. Lem Rayn, veterano de los bolsilibros, reúne a Holmes con Marlowe, con Dick Tracy, Randolph Carter, Nick Furia, H.G. Wells, Doc Savage, La Sombra, Batman e, incluso, Borges. En la misma senda, el muy sherlockiano Alberto López Aroca, nos regala pastiches únicos con múltiples guiños pulp por los que desfilan personajes relacionados con Verne, Wells, Lovecraft, Haggard o Conrad. Justo es citar también a autores imprescindibles como Carlos Pujol o Javier Casis (su “Regreso a sherlock12Baskerville” es una de las grandes joyas de la corona) y, por supuesto, a Rodolfo Martínez y su fantástico cuarteto de pastiches donde tienen cabida desde Franco a Superman pasando por Aleister Crowley, Lovecraft y hasta el Necronomicón. Mención especial, en fin, para los pastiches más paródicos y abiertamente desmitificadores, en la línea del genial Billy Wilder con “La vida privada de Sherlock Holmes”. Por ejemplo, “El Xangó de Baker Street”, de Jô Soares, con un patoso Holmes en Brasil descubriendo la samba, la caipiriña, el cannabis y el amor de una mulatona.

No quiero olvidar, antes de terminar, a grandes nombres de la literatura que han homenajeado a Holmes, desde Umberto Eco a Borges, pasando por Benet, Perucho, Savater, Michael Chabon (con la espléndida “La solución final”) y, por supuesto, el magistral aporte de Anthony Burgess con “Murder to Music”. Y, en fin, como colofón tan sólo citar que en 2011 apareció “La casa de la seda”, de Anthony Horowitz, un sherlock11pastiche con una peculiaridad que le hace diferente al resto: se trata de la primera secuela oficial de las historias de Sherlock Holmes ya que le fue encargada directamente por los herederos de Conan Doyle. Algo que no va a evitar, por supuesto, que sigan apareciendo cada año decenas de nuevos pastiches de Sherlock Holmes lo que nos permitirá, sin duda, seguir disfrutando de nuevas vidas póstumas de nuestro detective favorito. Que el juego continúe.

Sobre el autor

Escribe novelas y cosas así. Sus detractores dicen que los millones de libros que ha vendido se deben a su cara bonita y a su cuerpo escultural. Y no les falta razón. www.vicentealvarez.com


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