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Vicente Álvarez

EL FARO DE AQUALUNG

EL GRITO

el-gritoPublicado en El Norte de Castilla el 1 de junio de 2018

Sólo un loco pudo haberlo pintado, escribió Munch en el reverso de “El Grito”. Un loco o alguien desesperado y angustiado. Alguien con necesidad imperiosa de gritar y desahogarse. El grito de angustia que tantas veces deseamos y necesitamos liberar. El icónico cuadro forma parte de nuestra vida. Quizá porque representa un antes y un después en la historia del arte, quizá porque es un cuadro que podemos escuchar, quizá porque al contemplarlo comprendemos la angustia de nuestra propia existencia, nuestra insignificancia, nuestra fugacidad. Una figura andrógina en primer plano gritando de forma desesperada, un sendero de vallas que se pierde de vista, Oslo visto desde la colina de Ekeberg, sangre y lenguas de fuego acechando sobre el azul oscuro del fiordo. Los lamentos de los internos de un manicomio cercano, las nubes de nácar, la erupción del volcán Krakatoa. Cualquier teoría es válida pero la única verdad es la angustia y la desesperación que brota del cuadro. ”El grito” fue expuesto por primera vez formando parte de un conjunto de seis piezas titulado “Amor”. La última etapa del amor, el trágico fin, estaba representada precisamente por “El grito”. Fue un escándalo. A las mujeres embarazadas se les aconsejó que no visitaran la exposición. El régimen nazi, años después, calificó a Munch de artista degenerado y retiró sus cuadros. Hoy en día, “El grito” es un icono. Desde Warhol a la máscara de los asesinos de “Scream” pasando por los miembros de El Silencio en Doctor Who. También la quintaesencia de las almas solitarias devoradas por las grandes ciudades. Lorca lo comprendió mejor que nadie. “Si pudiera llorar de miedo en una casa sola / si pudiera sacarme los ojos y comérmelos / lo haría por tu voz de naranjo enlutado / y por tu poesía que sale dando gritos”, dijo Neruda de él. Por eso “Poeta en Nueva York” no es otra cosa que un viaje al grito oscuro. El horizonte sin luz mordido de hogueras, la angustia de un corazón devorado por las nebulosas, la desazón de un millón de paisajes, la necesidad de gritar hasta que las ciudades tiemblen como niñas. Una pequeña quemadura infinita, un dolor sangrando por las tardes, un dolor de luna apuntillada, un dolor de pólvora en los ojos, un dolor de ignorante leopardo, un corazón temblando arrinconado como un caballito de mar. Todo eso es “El grito”.

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Sobre el autor

Escribe novelas y cosas así. Sus detractores dicen que los millones de libros que ha vendido se deben a su cara bonita y a su cuerpo escultural. Y no les falta razón. www.vicentealvarez.com


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