Pequeño y memorable libro que aglutina nueve historias cortas en las que se entremezclan literatura, imaginación, librerías viejas, manuscritos perdidos y protagonistas muy reconocibles. Sherlock Holmes, que da título al libro, capitaliza la primera y la última de las historias. La primera de ellas habla de un artículo perdido de Rubén Darío que refería el robo en Venecia de unas joyas de la familia real española y la intervención del detective de Baker Street. La última habla de un manuscrito de Sherlock Holmes que cuenta lo que sucedió inmediatamente después de su presunta muerte en las cataratas de Reichenbach y cómo una serie de aparentes suicidios hizo intervenir al “desaparecido” Holmes. Las otras siete historias no tienen desperdicio y están todas tocadas de un encantador toque borgiano. Precisamente Borges protagoniza el segundo de los relatos. En él, el autor cuenta cómo se encontró con Borges en una plaza de Taormina donde hablaron, entre otras cosas, de Sherlock Holmes. La excusa de “Lo que Baroja nunca contó” son unos papeles que el escritor bilbaíno dejó en la casa de una familia casi desconocida en Bayona y de los que habló en alguna ocasión. En “Anatomía de un asesinato” se relaciona a Gustavo Adolfo Bécquer con el asesinato de Prim, muertos con ocho días de diferencia. El quinto relato habla de un inédito de Pessoa sobre su viaje a Fátima y de un premio amañado. En “París Buenos Aires” se desarrolla una historia fantástica con física cuántica por medio. Un viaje en el espacio y en el tiempo. Todo ello con base a la fascinación que tiene el autor por un relato de Cortázar en el que el protagonista entraba en el Pasaje Güemes de Buenos Aires y reaparecía en París. La séptima historia está protagonizada por una carta perdida de Luis Cernuda y el fantasma de Canterville. La octava historia es una reinterpretación, en fin, de Los papeles de Aspern, de Henry James, con Rafael Alberti por medio y unas cartas que dejó a una amante en Venecia. Pues eso, historias deliciosas que se dejan leer con una mezcla de fascinación y entusiasmo.
“En la nota a pie de página de una erudita monografía, en un artículo olvidado, en el testimonio de un testigo al que no se había dado importancia, se encuentran a veces las claves de esos grandes o pequeños enigmas que la historia oficial suele pasar por alto. No sabemos si la frase es una mentira verdadera, pero San Agustín decía que la verdad es como un león. No hay que defenderla, déjala suelta y se defenderá por sí sola. En Sherlock Holmes en Venecia y otras historias verdaderas, largo título para un breve libro, el penúltimo de José Luis García Martín, nos encontraremos con varios leones que sueltos intentan defenderse por sí mismos. En este libro todo lo que se dice es verdad, salvo algunas cosas que también son verdaderas”.