Publicado en El Norte de Castilla el 3 de mayo de 2019
Dice Gustavo Martín Garzo en su última y memorable novela que no estamos solos, que la belleza siempre regresa. “La rama que no existe” es su título. Luis Cernuda on fire. Una hoja cuya rama no existe, un mundo cuyo cielo no existe, una pregunta cuya respuesta nadie sabe. Todo eso es el deseo. Y ya se sabe que la satisfacción del deseo engendra las frutas de la vida y de la belleza. También que la belleza es aún más difícil de explicar que la felicidad. Quizá por ello nos sentimos felices e incluso nos engañamos pensando que, por momentos, acariciamos eso tan mágico de la belleza cuando regresamos a Corto Maltés. “En cualquier lugar excepto en Ítaca” es el nombre de la magnífica exposición instalada en la Casa Revilla para homenajear a Corto Maltés, sin duda uno de los mayores mitos literarios del siglo XX, un moderno Ulises que nos ha hecho viajar a los lugares más fascinantes del mundo a lo largo de los maravillosos tebeos de Hugo Pratt (ahora continuados por Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero). De ese fascinante relevo habla la exposición. Hay bocetos, dibujos, anotaciones, mapas, una banda sonora e incluso cuatro perfumes creados para la ocasión que se corresponden con el perfume del mar, el de la jungla, el del aventurero y el de los libros viejos. Pero, sobre todo, está el recuerdo constante a la figura de ese capitán de mar enigmático, lacónico y solitario; un tipo que prefiere libertad y fantasía antes que riqueza. Un icono inconfundible, con su gorra, los cuellos subidos de la chaqueta, el arete en la oreja y el cigarrillo siempre humeando. Están también esos personajes maravillosos que le acompañan en sus aventuras como El Monje, Rasputín o la hermosa Pandora, la mujer de su vida a la que nunca se cansará de buscar, tal vez porque le recuerda a un tango de Arola que escuchó en Buenos Aires (“Precisamente porque no te pareces a ninguna me gustaría encontrarte siempre, en cualquier lugar”, le confesó Corto a Pandora en el primer álbum de la serie). Pues eso, relatos hijos directos de Jack London, de Stevenson, de Salgari, de Verne. “Cuando quiero relajarme leo a Engels, cuando quiero algo serio leo a Corto Maltés” dijo en su día Umberto Eco. Enfrentarse a la aventura y no esperar al otoño. En eso puede radicar la felicidad y la búsqueda de la belleza. Corto Maltés: siempre fiel a la aventura pero también a la nostalgia de un mundo perdido. Hay belleza en ello. Pero también saudade. Mucha saudade.