Publicado en El Norte de Castilla el 10 de mayo de 2019
¿Puede haber belleza en el ruido? La banda californiana Metallica desplegó en Madrid, hace justo una semana, todo su aquelarre metalero ante setenta mil almas en un espectáculo de luces multicolores, fuego, pantallas gigantes y juegos pirotécnicos regado con una potencia de miles de vatios de sonido. Una apisonadora descargando himnos y liberando adrenalina a ritmo de puro rock. El ruido y la furia. ¿Hay belleza en ello? Por cierto, desde hace más de treinta años Metallica empieza sus conciertos con “El éxtasis del oro”, melodía apabullante y desgarradora que Ennio Morricone compuso para “El bueno, el feo y el malo”. Escuchar a miles de personas en plena catarsis colectiva coreando esa canción no tiene precio. Precisamente, Morricone se presentó cuatro días después en Madrid acompañado de más de 200 músicos y coristas para regalarnos un viaje nostálgico por algunas de sus más memorables bandas sonoras, títulos y melodías que ya forman parte de nuestra memoria sentimental. Lo que escuchamos en el Wizink Center fueron algunas de las composiciones más hermosas de toda la historia. De hecho, la música de Morricone ejemplifica como pocas aquel dicho de que la belleza es ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica. O aquel otro que nos recuerda que la belleza, como el dolor, hace sufrir. Medicina para el alma. Música de las esferas. La misma que nos recibirá cuando llamemos a las puertas del cielo. El nonagenario compositor italiano terminó por la puerta grande con un bis de “El éxtasis del oro” mientras todos nos sentimos, de repente, como el bueno, el feo y el malo luchando en el cementerio de Sad Hill. Allí precisamente había ido unos días antes a visitar la tumba de Jazz Negroponte. Y, aprovechando la cercanía del monasterio de Santo Domingo de Silos, a buscar la belleza en el increíble canto gregoriano de los monjes. Tocar lo divino con el corazón. Luz para el alma. Voces celestiales. Gratias agamus Deo Patri qui idoneos nos fecit in partem sortis sanctorum in lumine. Música silenciosa. Refugio espiritual. El aire vestido de belleza. La misma música que el mago Merlín creyó oír cuando fue con el hada Morgana en busca de la espada encantada. En todo ello hay belleza. Y eso es lo único que nos salva. Lo que nos mantiene vivos. Metallica, Morricone y los monjes de Silos. La música convertida en refugio. Porque buscar la belleza es lo único que merece la pena en este asqueroso mundo.