Publicado en El Norte de Castilla el 18 de mayo de 2019
Mucho tiempo hablando de lo mismo. Y mucho tiempo comentando algo casi idéntico pero con distinta voz. He aprendido que hay muchas preguntas y casi ninguna respuesta. También he aprendido que las pocas respuestas que hay las encontramos en el arte (versión 1). Las pocas respuestas que hay las encontramos en la literatura (versión 2). Las pocas respuestas que hay las encontramos en la belleza (versión 3). De algo de todo eso hablaron el pasado martes el escritor Gustavo Martín Garzo y el pintor Jesús Capa en el Patio Herreriano con la exposición del segundo velando armas casi en la puerta. “Una jaula salió en busca de un pájaro” es el título de la bellísima e inquietante instalación dedicada al universo literario de Kafka. Pintura transformada en algo tridimensional. En cuadros por los que se puede caminar. En arte envolvente obsesionado por atrapar lo atmosférico de la obra, lo que parece que se escapa. Una invitación a deambular entre los extraños y enigmáticos héroes kafkianos, personajes enjaulados e instalados en la incertidumbre y enfrentados a puertas abiertas que no dan a ningún lugar, a escaleras tortuosas sin destino conocido, a ventanas que no se abren al mundo sino a algo inquietante y desconocido. Un bosque, en fin, lleno de secretos. Eso es la belleza para el hombre. Historias que necesitamos contar y que necesitamos escuchar para sentirnos vivos. Para preguntarnos por el sentido de todo. “El arte sólo surge del miedo a que la vida no signifique nada”. Algo así leemos en “La rama que no existe”. Y es que si dejamos de hacernos preguntas se acaba la vida. El arte mantiene vivas las preguntas (versión 1). La literatura mantiene vivas las preguntas (versión 2). La belleza mantiene vivas las preguntas (versión 3). Llegados a este punto la conclusión resulta sencilla: sólo los mediocres no aspiran a la belleza. Luis Eduardo Aute lo explicó muy bien: “más que náusea dan tristeza, no rozaron ni un instante la belleza”. Y el poeta va más allá reivindicando “ese viaje hacia la nada que consiste en la certeza de encontrar en tu mirada la belleza” (quizá porque, como decían en “Esplendor en la hierba”, la belleza siempre subsiste en el recuerdo). Por eso la belleza es la que nos protege de los peligros. La belleza como refugio. Como único y necesario salvavidas. Dice Gustavo Martín Garzo en su última y memorable novela que no estamos solos, que la belleza siempre regresa.