Publicado en El Norte de Castilla el 7 de junio de 2019
Somos hijos de Sherezade. Vivimos gracias a las historias. Necesitamos escuchar historias que nos lleven a un bosque lleno de secretos. En una de ellas aparece un pueblo de Valladolid convertido en templo de los libros. No es la primera vez que Urueña surge como la princesa prometida en algún viaje y que aparece protagonizando una noticia cuando estamos lejos de casa. La última de esas maravillosas casualidades se produjo no hace mucho. La noticia hablaba de una ciudad castellana con 200 habitantes y 9 librerías. Una muralla. Unos campos de Castilla con líneas trazadas por Mondrian y/o Cuadrado Lomas en verdes, amarillos y ocres. Un cielo altísimo levantado por los campesinos de tanto mirarlo. Un pueblo empapado de cultura que lleva con orgullo su título de Villa del Libro. Un templo donde, además de librerías, hay museos, cursos de caligrafía, ilustración y encuadernación, presentaciones de libros, lecturas públicas. Un lugar donde, según el poeta Antonio Colinas, van a morir las arias de Händel. Los que leían la noticia no pararon de deshacerse en elogios envidiando el cuidado y apoyo a la cultura que, a la vista del milagro, debía de haber en mi tierra. Eso me dijeron. Preferí dejarlo correr. Pasar página. No hablarles de autores que saben que jamás ganarán un premio literario en casa. No hablarles de editores que se quejan de que sus libros son ninguneados en casa. Bueno, ya sabemos que el vallisoletano no es especialmente partidario de celebrar y agasajar lo propio y sí más bien de deshacerse en elogios y facilidades hacia lo de fuera. Para compensar, tenemos el milagro de Urueña. Lo celebramos ahora, en mitad de la Feria del Libro, cuando por una vez al año, los libros toman un protagonismo especial, cuando por una vez parece que se hace caso a escritores, editores y libreros. Que no cunda la alarma. Volveremos pronto a la dejadez y al desprecio. La cultura no vende. Ni da votos. Precisamente en esta Feria del Libro una serie de autores ha presentado el manifiesto “Generación Valladolid” con el fin de reivindicar la figura del autor local ante las instituciones y los lectores de la ciudad. Piden que se declare Valladolid como una ciudad de escritores, toman como bandera a Rosa Chacel e insisten en que se refuerce el papel de los escritores locales en la ciudad. Buena iniciativa. Ojalá se les escuche. Algunos hemos tirado la toalla.