Publicado en El Norte de Castilla el 21 de junio de 2019
Somos hijos de Sherezade. Vivimos gracias a las historias. Necesitamos escuchar historias que nos lleven a un bosque lleno de secretos. En una de ellas aparece un pueblo de Valladolid convertido en un museo al aire libre. Hace un par de semanas hablábamos del milagro de Urueña. Hoy le toca el turno al milagro de Serrada. Dos pequeños pueblos vallisoletanos que han decidido apostar por la cultura. Serrada es conocida por su vino. Ahora también lo es por promover la cultura y el arte demostrando de paso que se pueden llevar a cabo multitud de actividades culturales en el ámbito rural. Fue hace 28 años cuando el Ayuntamiento de Serrada se decidió a lanzar un ambicioso programa cultural. Comenzaron a instalarse esculturas y pinturas murales alrededor del Paseo del Arte, que es como el Paseo de la Fama de Hollywood pero más genuino y con sabor a verdejo. Ahora ya el volumen de obras que decoran y ennoblecen este fantástico proyecto es tan grande que ya las hay diseminadas por todo el casco urbano, convirtiendo a Serrada en todo un maravilloso, envidiable y admirable Museo de Escultura y Pintura al aire libre. Eso sin contar con el festivo Día del Espantapájaros que, cada julio, llena la salida del pueblo en dirección a La Seca de fantásticas siluetas de seres extraordinarios: divertidos y originales espantapájaros que recuerdan una leyenda por la cual hace siglos los labriegos se reunían una noche de julio alrededor de espantapájaros mientras invocaban conjuros para atraer las buenas cosechas. El complemento a todo ello, en fin, fue la institucionalización de los premios Racimo que se otorgan cada año a los personajes más destacados en el mundo de las artes y la cultura. Unos premios que alcanzan ya su 27 edición y que encumbran a Serrada como la villa del arte, vistiéndose cada año de gala y glamour en la entrega de los Racimo. Un despliegue generoso y apabullante para galardonar a la gente de la cultura. Lo nunca visto. Y menos en estos tiempos. Pues eso, que habría que hacerle a Serrada un monumento. Alguna vez nos daremos cuenta de que este tipo de historias son las que necesitamos para seguir vivos. Necesitamos escuchar historias que nos lleven a un bosque lleno de secretos (o de espantapájaros). Vivimos gracias a las historias. Somos hijos de Sherezade.