Publicado en El Norte de Castilla el 25 de mayo de 2024

Escribíamos hace poco 20 reflexiones sobre el Día del Libro. En la décima comentábamos que ni olvidábamos ni perdonábamos que Mecano empleara la rima “no hay marcha en Nueva York y los jamones son de york”. Curiosamente, días después, nos hemos desayunado con la noticia de que dos académicos han publicado un ensayo en el que analizan las letras del grupo calificándolas de complejas, arriesgadas y enrevesadas. Incrédulo ante tamaño descubrimiento, he vuelto a escuchar sus discos por si me había perdido algo. Hasta ahora muchos pensábamos que las rimas sonrojantes y los estomagantes ripios eran algo tan consustancial a Mecano como la patada giratoria a Chuck Norris o comer doce uvas en Nochevieja. Tal vez estábamos equivocados y lo del “cuadro de bifrontismo que solo da una faz” fuese gongorismo a tutiplén. Y lo de “la cara vista es un anuncio de signal” más propio del conceptismo quevediano. Rimas tan aberrantes como “este hijo es de un payo y yo no me lo callo” o “me enseñó una cosa que una rosa es una rosa” podrían quizás formar parte del “Poeta en Nueva York” lorquiano y nosotros sin saberlo. Lo que tal vez no sea tan arriesgado decir es que con los hermanos Cano (disputando el trono de la lírica a los hermanos Machado) aprendimos un montón de cosas. Aprendimos que en Japón viven entre miles de tornillos y que Hawai, Bombai es de lo que no hay. También que en el Kremlin han montado un zoo donde exhiben a los miembros del Politburó y que hasta un león de mar se liga en Canadá a Margaret Trudeau (no resulta nada fácil buscar rimas para Politburó, así que lo de echar mano de la madre del primer ministro de Canadá y hacer que se enrolle con un león de mar no es moco de pavo). Pues eso, que lo de “a la luz del flexo nos damos un beso” solo es comparable a lo de “magdalenas del sexo convexo”. Y es que si los hermanos Cano tienen que rimar alfil con Estoril, lo hacen. O rimar fichas con picha, niño con armiño, luna con aceituna, nichos con bichos, pitos con españolitos y con bajitos, paleta con bayonetas, ascetas y tetas. Todo vale. Y, si no, nos cantan aquello de “me río de Janeiro”. Espera que hay más: “tumbado en mi hamaca toco una maraca / pachín, pachín, canto una de Machín”. Arriesgadísimo, ¿no? Como lo de “si le chirría el cojinete, acompáñala al retrete”. O como lo de hacer que el Dalai Lama escape vestido de mendigo con el alma envuelta en el ombligo. Además, si junto a la rima facilona hay que dar patadas al diccionario, se dan: “este cementerio no es cualquiera cosa pues las lápidas del fondo son de mármol rosa”. Lo de “cualquiera cosa” sólo está al nivel de lo de “tú contestastes que no”. Y dejamos para otro momento lo de volverse maricón por beber alcohol. En fin, para qué seguir. A los hermanos Cano nadie les pedía que fuesen poetas y escribiesen versos como Aute o Leonard Cohen. Ni siquiera que escribiesen letras como Antonio Vega, Santiago Auserón o Nacho Vegas. La música que proponían quizá tampoco lo necesitaba. Precisamente la clave de su éxito fueron las letras súper sencillas acompañando a unas melodías, unas veces livianas y otras más complejas, que se acabaron convirtiendo en auténticos himnos que han quedado en el imaginario colectivo. Mecano te podía gustar más o menos, pero supo conjugar estilos muy diferentes y llegar al gran público con melodías frescas y pegadizas. Parieron el primer himno LGTB en castellano, elevaron la calidad de los videoclips que se hacían en España, apostaron por las grandes giras con un directo fantástico y muchas otras cosas, pero sus letras, si ya has dejado atrás la guardería, no pasarán a la historia. Darles ahora el aura de poetas parece contraproducente además de una tomadura de pelo. A estas alturas algunos no se han dado cuenta de que la alabanza excesiva puede revertir en caricatura. Dicho esto con todo el cariño, o sea.