Publicado en El Norte de Castilla el 10 de mayo de 2007
Un reportaje ha vuelto a sembrar la polémica. Aunque atufan los motivos electoralistas que anidan en la trastienda, no está de más volver a abochornar a los que, por aferrarse como garrapatas a la poltrona, no dudaron en manipular la realidad. Todo comenzó un maldito 11 de marzo que nadie podrá olvidar. Han pasado tres años, se ha enterrado a 191 personas y hemos asistido a un macrojuicio por el que han desfilado más de 500 testigos. Una vez concluida la primera fase judicial, algo parece evidente: la vomitiva teoría de la conspiración ha sido desmontada por activa y por pasiva. Todos los mandos policiales se han desmarcado de ella dejando en evidencia a los medios de comunicación que con tanta saña han regalado teorías delirantes. El jefe de los Tedax ya dijo a las dos de la tarde del mismo 11-M, tras conocerse los primeros análisis químicos, que ETA quedaba descartada al confirmarse que el tytadine no había sido el explosivo utilizado. Sin embargo (y el reportaje sigue minuto a minuto los pasos del Gobierno y las ruedas de prensa de Acebes), se mantuvo durante todo el día 12 e incluso el día 13, la certeza de que ETA estaba detrás de los atentados. Aznar, en primera persona, se encargó de transmitir a los directores de los periódicos tal circunstancia y Asuntos Exteriores mandó una nota a todos los embajadores ordenando que aprovechasen cualquier circunstancia para confirmar la autoría de ETA. Nada les hizo cambiar su estrategia, ni siquiera cuando se encontró la furgoneta con detonadores y una cinta con versos del Corán, cuando apareció el vídeo de reivindicación o cuando se practicaron las primeras detenciones. En el reportaje seguimos paso a paso los preparativos de los asesinos, desde la Mina Conchita hasta la casa de Morata de Tajuña donde se fabricaron los explosivos. Conocemos las historias de los suicidas de Leganés, de la Kangoo y su casete de la Orquesta Mondragón, de los putrefactos negocios de dinamita a cambio de hachís. Todo lo hemos sabido. También que los confidentes de la policía eran los mismos que los de ciertos medios de comunicación: «Mientras ‘El Mundo’ pague, les cuento hasta la Guerra Civil», llegó a decir el ex minero Suárez Trashorras. Lo peor de todo es que la mierda tendenciosa ha salpicado a todo el mundo: a los Tedax que se jugaron la vida, a los jueces, a los fiscales, a la policía, a la justicia y, sobre todo, a unas familias deseosas de pasar página y olvidar. Para más inri, han sido los abogados de las acusaciones particulares, no los de las defensas, los más interesados en colar su propia teoría conspirativa (el juez ha tenido que parar los pies más de una vez a algún abogado de la AVT por entorpecer la causa). Ahora, para rematar la indecencia, se descuelgan con la ruin propuesta de exhumar cadáveres de víctimas. No descansan en su huida hacia delante y, de paso, en prolongar la agonía de las familias. El PP sigue convencido de que perdió las elecciones por las bombas; todavía no se ha dado cuenta de que lo que les hizo perderlas fue su comportamiento miserable y sus mentiras durante aquellos tres días. Si los fieles a Felipe González se tuvieron que marchar por la puerta de atrás a raíz de sus escándalos, resulta incomprensible que en la cúpula del PP todavía asienten sus belfos glúteos gente como Acebes. Casi le preferimos haciendo chistes fáciles sobre el vino que tiene Asunción junto a su jefe, el mismo que vomitó aquello de que los autores de los atentados no andan en desiertos muy remotos ni en montañas muy lejanas.