Chris Laurens llega a un viejo caserón abandonado perdido en un fantasmagórico pueblo al que se accede tras cruzar un indicador de piedra en forma de lápida en mitad de la carretera. Allí se encuentra con su padre al que creía muerto. Tiene un orificio de bala en la cabeza…. Cuando se despierta, porque todo ha sido un sueño, su madre le dice que van a mudarse a otra ciudad. Al llegar a ella, Chris comprueba que es la misma de su sueño, con el mismo e idéntico caserón. Su madre le dice que jamás ha estado allí con anterioridad y que su padre murió de forma natural. Es el principio de una auténtica pesadilla para la joven….
A partir de ese momento, Silver Kane se desmelenará presentando personajes y situaciones terroríficas a toda pastilla. Un periodista que muere de forma extraña en los alrededores de la tétrica mansión, un detective que se encarga del caso que aparentemente parece conocer una casa en la que nunca ha estado y que, tras enamorarse de Chris, consigue una orden judicial para abrir el ataúd del padre de Chris. Al hacerlo comprueba aterrorizado que el ataúd está vacío.
Mientras tanto, el “difunto” comienza a aparecer por varios lugares…. Las investigaciones del detective se centran, a partir de este momento, en el trabajo que estaba realizando antes de su muerte o de su asesinato (si es que en realidad está muerto o fue asesinado). El “difunto” Ted Laurens era un científico que trabajaba en varios proyectos relacionados con el magnetismo (“El mundo entero es magnetismo. El universo se mantiene como está gracias al magnetismo. Las leyes que regulan los movimientos de los astros, y que descubrió Newton, son magnetismo puro”)….
Al detective sólo le queda preguntar en el infierno para saber qué ocurrió con Ted Laurens. Y quizás lo haga. Con Silver Kane todo es posible.