Londres, siglo XIX. Oscuro, húmedo y huele fatal. Y no ayuda mucho al panorama que una serie de cadáveres de mujeres estén apareciendo cada dos días en las esquinas de Whitechapel. Todo apunta a que el sicario a sueldo más peligroso de Europa, el infame Sherlock Holmes, ha vuelto a la ciudad al servicio de su hermano para ajustar cuentas con su banda rival, la terrible Scotland Gang. Pero, ¿es realmente él el asesino? La Metropolitana no lo tiene nada claro, y ha contratado para averiguarlo a Irene Adler, una investigadora que tiene la particular maldición de ser perseguida por todo ser sobrenatural de la ciudad. Para colmo, un ladrón francés se está dedicando a robar documentos comprometedores para los gobiernos de todo el mundo y, ¿quiénes son los sabuesos encargados de perseguirlo? Sus nombres son Jesse James y Robert Ford, y acaban de llegar a Londres armados con un par de Colts y muy pocos escrúpulos. Todos cruzan miradas en silencio. El caos está servido, y Londres acabará oliendo mucho, mucho peor.
La sinopsis ya lo dice todo. Este es un pastiche holmesiano muy sui generis. Porque lo que ha hecho Iván C. Marjalizo es poner la historia, la historia que conocemos, patas arriba. Así, Sherlock Holmes es el asesino más buscado de toda Europa; los míticos Jesse James y Robert Ford son dos agentes de la ley; Sweeney Todd es una especie de salvador de niños de la calle; Moriarty es el jefe de la policía Metroplitana; Auguste Dupin (el detective nacido de la genial pluma de Edgar Allan Poe) es un ladrón y Arsene Lupin (el ladrón creado por Maurice Leblanc) es un policía; Lestrade, por su parte, es el jefe de una banda de mafiosos y, en fin, la maravillosa Irene Adler ejerce como investigadora privada en un despacho en cuya puerta figura una placa dorada donde se puede leer: “Irene Adler: Desapariciones y Ocultismo”.
Poco más se puede decir. “Jack, Holmes y un par de colts” es una novela delirante que mezcla con oficio y unas cuantas gotas de locura el universo de Conan Doyle con los westerns de Hollywood. Los más puristas, fanáticos y extremistas holmesianos mejor que ni se acerquen. Pero si dejas a un lado la vena canónica, la realidad es que “Jack, Holmes y un par de colts” es una novela muy entretenida, original y divertida que se lee con auténtica delicia.