Publicado en El Norte de Castilla el 13 de septiembre de 2025
Hay personas que, de no haber existido, habría que haberlas creado, aunque la verdad es que ni al más fantasioso novelista se le habría ocurrido imaginar una vida como la protagonizada por Julie d’Aubigny. De no saber que la tumultuosa historia de la que luego sería conocida en ambientes operísticos como “la Maupin” fue real, cualquiera estaría en su derecho de pensar que nos habíamos zambullido en los terrenos del folletín más alocado. Julie creció en Versalles y allí recibió una educación poco convencional para una mujer, aprendiendo esgrima, a pelear, a montar a caballo. A los catorce años se convirtió en amante del conde de Armagnac quien le concertó un matrimonio con un tal Maupin, para salvar las apariencias y para que ella tomase su apellido. Julie se cansó pronto del conde y de la corte real fugándose a París con su instructor de esgrima. Vestida de hombre, aunque sin ocultar su sexo, se ganó la vida provocando peleas en las tabernas. A todos ganaba y encima humillaba dedicándoles canciones con su portentosa voz. Cuando alguno de los burlados la acusaba de no ser una mujer, rasgaba su blusón y enseñaba los pechos ante el alborozo popular. Tras oírla cantar, fue invitada a iniciar su carrera como cantante en teatros de Marsella. Allí se enamoró de una mujer cuya familia, escandalizada, no dudó en internarla en un convento. Lejos de amilanarse, Julie se disfrazó de novicia, entró en el convento y raptó a su amada. Antes de huir con ella desenterró el cuerpo de una monja fallecida poco antes, la colocó en la cama de su amante y prendió fuego a la habitación para hacerla pasar por muerta. Por desgracia para ella, a las pocas semanas la monja se lo pensó mejor y volvió con su familia. Julie regresó a París con el corazón roto y nada más llegar, tras una pelea en una taberna, retó a un duelo a un apuesto conde. Le hirió en un hombro y al día siguiente se acercó a su casa para interesarse por su salud. Fue el principio de un nuevo romance que tampoco duró mucho. Por entonces se había convertido ya en una de las más renombradas cantantes de la Ópera de París y siguió coleccionando amantes y altercados, además de dar un buen escarmiento a un tenor que abusaba de las compañeras de la ópera. Tal era su fama que fue invitada por el mismo Felipe de Orleans, hermano de Luis XIV, a un baile en Versalles. Se presentó vestida de hombre y no dudó en seducir a una noble famosa, beso incluido, durante el baile. Tres hombres que la pretendían la desafiaron a batirse en duelo. Julie les citó fuera de palacio, se deshizo de los tres y regresó a la fiesta. Los duelos estaban prohibidos, pero por intercesión de Felipe de Orleans fue perdonada, aunque se le recomendó que saliera de Francia. Se instaló en Bélgica donde llevada por su volcánico carácter siguió protagonizando escándalos mientras triunfaba en la Ópera de Bruselas. El más conocido surgió al enamorarse del mismísimo elector de Baviera. Tras un corto romance, él decidió abandonar la relación. Su rechazo llevó a Julie a apuñalarse durante la representación de una ópera con un puñal auténtico, no de atrezzo. El gobernador, asustado, le ofreció una autentica fortuna para que abandonara Bélgica. Julie lo hizo no sin antes arrojarle el dinero a la cara. La siguiente parada fue en Madrid. Se desconoce el motivo por el que entró a trabajar al servicio de los condes Marino, pero se sabe del escarmiento y la humillación que, antes de salir de Madrid para regresar a París, le dio a la condesa, con quien no se llevaba muy bien. Continuó su exitosa carrera en la ópera, fue rechazada por una hermosa soprano amante del Gran Delfín y conoció al gran amor de su vida, la marquesa de Florensac. Con ella vivió un intenso amor hasta que la marquesa murió dos años después. Su muerte sumergió a la Maupin en una profunda depresión que la empujó a abandonar la ópera y pasar el resto de sus días en un convento. Murió sola. Tenía 33 años. Dicen que su cuerpo fue arrojado a una fosa común. Nada en la Maupin fue ordinario. Prima donna, espadachina, femme fatale y mujer-loba en París. ¿Alguien da más?