“Ésta era mi ciudad. Yo la había visto cambiar, crecer, derribar las murallas, quemar los conventos, sublevarse, hacerse rica y a la vez terriblemente pobre, crear fábricas infectas y prostíbulos con ratas, tener cada vez más curas y al mismo tiempo ser la ciudad más revolucionaria de Occidente”.
Poniendo en orden los papeles de un cliente asesinado, Sergi Llor, un abogado de Barcelona llega a conocer la historia de un hombre que nació antes de 1770 y parece vivir aún. Lo encuentra en un documento como secretario del conde de España, un cruel capitán general de Cataluña. Tras ser secretario del conde de España luego fue un periodista que informó sobre los planes del Eixample de Ildefons Cerdà y más tarde fue el ayudante del verdugo de Barcelona en las últimas ejecuciones públicas que se efectuaron en la ciudad. El abogado Llor sigue, con posterioridad, la pista de Juan Rull, sospechoso de ensangrentar la ciudad con sus bombas. Sus últimos documentos afirman que conoció a un auténtico brujo al refugiarse en la cripta de la Sagrada Familia, donde conoce a Antoni Gaudi (“No podía concebirse un lugar más perfecto para un vampiro. El templo era un laberinto sin tiempo, un recoveco siniestro, una lágrima de piedra…. Cuando aquel hombre muriese, el templo moriría. Nadia ha conocido a los monstruos que crearon las catedrales góticas. Yo acababa de conocer al monstruo que estaba creando la única catedral moderna”). Gaudí le ofrece protección, pese a saber de quién se trata. Finalmente, Llor se encuentra con el vampiro. En la actualidad es un solvente hombre de negocios que, tras trabajar con Gaudí, le cuenta cómo se introdujo en los bajos fondos de la Barcelona de los años veinte, conociendo a personajes como Layret, Macià y Companys, a quien intentó salvar de la muerte. Le habla de Lorca, Dalí y Gala, con los que tuvo un encuentro. Antes de despedirse le explica el vampiro a Llor que piensa matar a una niña, una niña que para salvarla tiene que morir. Se encuentra con ella en una casa solitaria que pronto será derruida…
¿Qué es toda esta locura? Pues nada más y nada menos que una obra perdida del gran Francisco González Ledesma que fue publicada en su día, como folletín, en La Vanguardia desde el 29 de julio de 1990 hasta el 2 de septiembre de 1990. Según cuenta el mismo autor, mientras escribía las novelitas de Silver Kane se le ocurrió lo fascinante que debía de ser la vida de un ser que no muriese y fuese testigo de una historia a lo largo del tiempo conociendo todos los secretos de la ciudad. La idea quedó ahí, hasta que La Vanguardia le encargó el folletín de verano y entonces se convirtió en “El vampiro del paseo de Gracia”. Lo curioso es que veinte años después retomaría la misma idea para publicar “La ciudad sin tiempo”, maravillosa novela que publicó bajo el seudónimo Enrique Muriel (nombre desconocido para todos excepto para la censura franquista: Moriel es el protagonista de su primera novela, “Sombras viejas”, prohibida y destruida, ganadora en 1948 del premio José Janés y que no se publicó en España hasta 50 años después). Por cierto, como anécdota comentar que un avezado crítico amenazó, al saber del éxito de ventas de “La ciudad sin tiempo”, con acusar al tal Moriel de plagiar el folletín publicado muchos años atrás en La Vanguardia.
En fin, una maravilla más (otra más) de González Ledesma y, por supuesto, una joya a rescatar del, probablemente mejor novelista español de la segunda mitad del siglo XX.
“Aquella parte de Barcelona era un grito, una canción, una lágrima, era la gran mentira donde yacen las eternas verdades de la calle. Yo sabía ahora que la amaba, que necesitaba su oropel de trapo, su carcajada de difuntos y su virtud vendida cada noche”.