LA JOVEN ARTISTA CATALANA EXPONE SUS OBRAS EN EL PATIO HERRERIANO
Para ‘ver’ los cuadros de Mercedes Mangrané (Barcelona, 1988) hay que acercarse, casi asomarse. Mirar más o menos, eso que en lenguaje coloquial traducimos como ‘echar un vistazo’, no va con esta pintura. Se nos escapa. Y no solo es una cuestión de tamaño, de la elección del pequeño formato. Tiene que ver con el modo de contemplación. La segunda sorpresa que tendrá el espectador que entre a la sala 9 del Patio Herreriano y acuda por primera vez a la obra de esta artista será que, una vez cerca, no se encontrará con el típico detalle del pintor que trabaja en la miniatura, sino con algo distinto, una carnosidad, una materia que en principio parecería propia de formatos más grandes. Digo que será la segunda sorpresa porque la primera tiene que ver con la sala elegida para la exposición. En este espacio, dominado por su potente arquitectura y los restos del fresco original de la sala, solemos enfrentarnos a cuadros de gran formato, a veces incluso la hemos visto abigarrada y ahora vemos estas pequeñas ventanas esparcidas como las notas de una partitura en una propuesta que tiene algo de experimental: No todo está dicho sobre las formas de relación en el arte.
Pero miremos. ‘Asir’ es el título de esta muestra. El diccionario de la RAE define asir en su primera acepción como ‘tomar o coger de la mano’ y más adelante como ‘agarrarse de algo’ (de una cuerda, a una idea) todo ello tiene que ver con la intención de estos cuadros. Su autora pensó que sería interesante que algunos momentos o estadios de la luz pudieran detenerse, agarrarlos como si tuvieran asas y así permanecieran. Como detener el vaho que deja el aliento sobre el cristal en un día de invierno. Como los momentos que detienen sus obras.
Hay en ellas referencias concretas, una pared, un suelo, una grieta, la viga que sujeta una estructura, cristales rotos y huellas de algo que pasó, y que dejó un pliegue, una herida en la materia, una cicatriz, pero, lejos de provocar conmoción, estas obras son una invitación a sentir, en palabras de su propia autora. Y lo hace usando colores tenues, semitonos, que mitigan la dureza que podría haber en esas cicatrices y aristas sobre la tela. Para mí son además una invitación al silencio. En mi primera visita a la exposición se me vino a la mente un pintor con el que aparentemente no tiene nada que ver, me refiero a Cristino de Vera, sobre todo al de su última exposición en Madrid, titulada precisamente ‘Al silencio’. Mangrané habla por su parte de cómo encontró algunas respuestas en Morandi y de cómo sus “fondos entran en la figura vibrante”… Y así se va estableciendo una conexión invisible de artistas que partiendo de técnicas y usando lenguajes completamente distintos, en el fondo buscan apresar lo indecible. Hay toda una corriente en el arte que atraviesa épocas y movimientos que, partiendo de lo más simple y cotidiano, de la humildad de la materia, busca acercase a la inmaterialidad.
Decía al principio que la técnica de estos cuadros podría hacer pensar en formatos más grandes. Sin embargo, el objetivo aquí tiene que ver más con la concentración, con el detalle, con esa invitación a sentir de la que se habla más arriba. Mangrané se encuentra cómoda en estas dimensiones. Para ella es importante acortar distancias con el espectador. En esta sala no solo no es peligroso, sino que es recomendable asomarse.
FICHA
‘Asir’. PInturas de Mercedes Mangrané.
Museo Patio Herreriano, Sala 9
Hasta el 13 de octubre
De martes a viernes, de 11:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00 h.
Sábados, de 11:00 a 20:00
Domingos, de 11:00 a 15:00 h.
Entrada libre