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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Estados de ánimo

Tengo un amigo a quien no le gusta el fútbol. Bueno, alguno más conozco que se rebela contra la tiranía del balón, aunque sin vehemencia. Y también me constan futboleros de baja intensidad, esos que incluyen este espectáculo en su menú social. Pero a aquel, al primero del que les hablaba, el fútbol le repatea y nunca mejor dicho. Porque indiferente a los intelectuales de la pelota asegura que le ha dado por ser seguidor de economistas. Como lo oyen: cambia a los divinos messis y ronaldos por unos señores que hablan de balanzas de pago y política monetaria en lugar de adentrarse en el mundo extraordinario de los fueras de juego o los saques de banda. Hay gente para todo, de verdad.
Y para cerciorarme de que es así asistí con él esta semana en Segovia a una charla de Juan José Toribio, profesor emérito de Economía en el meritorio IESE, la reputada escuela de negocios española, antiguo director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional y ex miembro de consejos de administración de cifras tan mareantes como La Caixa o tan dulces como Nestlé, además de formado allá por los sesenta en Barcelona, Harvard y Chicago. Y para darle otro toque a su extenso currículum es tío del que suscribe, lo que le baja un poco a la tierra, a esa que pisamos todos los días.
Allí estábamos los dos –y otro centenar, que la conferencia fue un éxito de público– en primera fila, uno por organizador y otro por parentesco, pero ambos como admiradores de alguien que en una hora es capaz de entretenerte con el farragoso mundo de la economía. Y a estas alturas el aludido, a quien no le emociona el fútbol y sí los economistas, y otros muchos de ustedes ya habrán adivinado que me refiero a él y a lo extrañamente incorrecto de sus gustos. Seguro que la próxima vez que confiese algo procurará que no esté delante para evitarse la exposición pública que es este artículo. En mi descargo, siempre alegaré que no he dicho su nombre, pero visto lo que he contado el acertijo es blanco y en botella.
Pero he de hacerle notar a mi amigo –otra vez casi se me escapa el nombre– y a mi tío, al que tampoco le entusiasma lo del balón, que el fútbol y la economía a veces se tocan, como los extremos. Que, por ejemplo, cuando un equipo cierra una crisis muchas veces lo hace en falso, como se hará con la económica si los políticos imponen su criterio sobre los técnicos. «Quieren salir ya de la crisis, pero lo importante es salir bien», decía Juan José Toribio. Y en economía los políticos suelen ser el equivalente a los presidentes de clubes en el fútbol: toman decisiones desde la más pura y soberbia ignorancia y siempre sin encomendarse a quienes entienden del asunto, ya sea el economista exquisitamente formado o el director deportivo bregado en mil campos. No hacen caso a los profesionales y al final pagan los contribuyentes o los aficionados del equipo.
Con el fútbol se aprende de economía – aunque sea simple: el que más presupuesto posee es el que suele ganar–y con la economía uno siempre sueña con ser un héroe y marcar un gol, sobre todo al maldito desempleo o las amenazantes inflación y bajada de salarios. Fútbol y economía son pues estados de ánimo y su relación es evidente, amigo, y estoy seguro de que lo descubrirás el día que logre que veas conmigo un partido, Chema. Y, vaya, al final se me escapó el nombre.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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