Miles Davis lleva acariciándome el alma más de dos años. Es la banda sonora que me acuna todas las noches. También es la música que le sirve para sobrevivir al protagonista de mi última novela. Sus canciones son tan hermosas que duelen. Transmiten soledad: como un tren nocturno que te atraviesa el cerebro de lado a lado. “Live around the world” ilustra la última gira del genio y resume a la perfección la etapa eléctrica tan criticada por los puristas del jazz. La última de las revoluciones que el trompetista protagonizó. No hay que olvidar, en fin, que MD siempre iba un paso por delante de sus contemporáneos…. En “Live around the world”, disco doble con algunos de los mejores temas del último Miles, puedes cerrar los ojos y sentirte en mitad del escenario. Sus largos solos son fascinantes, brillantes y, sobre todo, inmensamente tristes. A su trompeta le falta poco para llorar. Todo fluye como una catarata emotiva. Cuando menos lo esperas surge la trompeta de Miles. Vagabunda, íntima, glamourosa, etérea, reflexiva, elegante, intensa, nocturna, apasionada, compleja, adictiva, conmovedora, provocativa, sensual, tormentosa, volátil, catártica, agresiva, visceral, misteriosa, narcótica, rebelde y melancólica. Música de 24 quilates.