El mundo de las dedicatorias es terrorífico. Muchos escritores podrían contar mil y una anécdotas. Yo también tengo las mías y algún día tendré que comentar algo. Sin embargo, es mucho más jugoso hablar de verdaderos profesionales de esto de la dedicatoria, de los que firman libros como cosacos, de los que se rompen la muñeca de tanto echar firmas, de los protagonistas de colas larguísimas (y no estoy hablando de Nacho Vidal). Lo cierto es que todos los que se acercan a un escritor para que les firme un libro desean una dedicatoria especial. Algo muy difícil de conseguir. Por cuestión de originalidad, de tiempo e, incluso, de pereza. En cierta ocasión, una lectora (llamémosla Mari Puri) se acercó a Fernando Díaz-Plaja y le dijo: “A mí, póngame algo distinto”. Díaz-Plaja le puso: “A Mari Puri, algo distinto”. A veces, en cambio, de lo jocoso se puede pasar a algo más serio. Incluso a la cárcel. Fernando Arrabal acabó en prisión por culpa de una dedicatoria. Allá por mediados de los años 60, un chico le pidió que le firmase un libro con una dedicatoria representativa del movimiento “pánico” que él lideraba. Ni corto ni perezoso, Arrabal escribió: “Me cago en Dios, en la Patria y en todo lo demás”. Al parecer el chico era hijo de un militar de tronío y, a los pocos días, el escritor fue detenido y trasladado a la cárcel de Carabanchel (donde estuvo un mes, antes de ser liberado gracias a una campaña internacional en su favor). Bueno, hay que reconocer que Fernando Arrabal es muy peculiar, que siempre ha sido un crack, vaya.